“La calle no siempre tiene la razón, por supuesto. Pero esta vez se ha manifestado y para bien”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“La calle no siempre tiene la razón, por supuesto. Pero esta vez se ha manifestado y para bien”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Alonso Cueto

Se acabaron los estrados, los discursos, los oradores. Han sido reemplazados por los carteles, los lemas, las banderas peruanas. Antes había cantos partidarios. Ahora se canta el himno nacional. Una de las grandes diferencias entre las protestas de antes y la de ahora es que hemos perdido (o quizá transformado) la idea de liderazgo. Antes había un líder único. Se creía en la pureza del que iba a dirigir a su rebaño. Las marchas de la semana pasada, en cambio, se organizaron espontáneamente, como un desembalse de frustraciones acumuladas. La causa no era ideológica o partidaria. Era en defensa de un bien práctico y necesario para la supervivencia: la conducta moral. No sé si habrá un antecedente de algo así en nuestra historia.

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