“Un padrón bien depurado reducirá el total de los considerados ausentes; no así uno mal depurado”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Un padrón bien depurado reducirá el total de los considerados ausentes; no así uno mal depurado”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza

La desafección política existe, pero no de ahora. Tiene raíces más antiguas. Sin embargo, el hecho de que no fueron a votar el 26 de enero ha creado alarmas y se han hecho inferencias inadecuadas. El abstencionismo electoral es una actitud o comportamiento voluntario del elector que no desea, por diversas razones, sufragar. Esta conducta se puede deber a (i) un rechazo al sistema democrático porque se procura otro, una de cuyas causas puede ser el desencanto motivado por la inexistencia de resultados esperados que, en principio, debería producir el sistema, (ii) apatía con relación a los efectos que pueda producir el voto, (iii) un rechazo al mal desempeño del Gobierno, particularmente cuando los candidatos oficialistas tienen grandes posibilidades de ganar, (iv) un rechazo a las candidaturas en competencia, (v) una percepción de fraude en el proceso derivada de las acciones de organismos electorales, partidos políticos, Gobierno o Fuerzas Armadas, (vi) una molestia para desplazarse hacia los locales de votación, o (vii) un rechazo y desacuerdo con el cambio de los locales de votación que aleja a los electores de los lugares de residencia.

Sin embargo, existe un conjunto de ciudadanos que no se encuentran en ninguna de estas causales y que desea ejercer su derecho a votar y, sin embargo, no puede hacerlo. El ausentismo es un universo que contiene a los abstencionistas y a los que no lo son, por razones como las dificultades y los costos de inscripción en el registro civil y/o electoral, el desconocimiento o la dificultad en la distribución territorial de los locales de votación, el cambio domiciliario que no es reportado y que aleja la residencia del elector de su local de votación, la lejanía y el costo del desplazamiento a los locales de votación (particularmente en zonas rurales y de selva), la ausencia del voto en el extranjero, la lejanía y el costo del desplazamiento del lugar de residencia hacia los consulados o embajadas (cuando existe), los problemas ocasionados por desastres naturales, la intimidación de grupos armados, el mal estado de salud u hospitalización, la falta de mesas de votación en los centros penitenciarios, la falta de facilidades para los ciudadanos con discapacidad y adultos mayores, y que el día laborable coincida con la jornada electoral (así sea domingo). En los sistemas de voto obligatorio, con penalidad efectiva, el abstencionista participativo dirige su voluntad hacia el voto viciado, para evitar pagar la multa y ser sujeto a la muerte civil.

También es importante el tema de la depuración del padrón electoral, pues se debe dar de baja la inscripción, de acuerdo con lo que señalan las diversas normas, de fallecidos, sentenciados, etc. Un padrón bien depurado reducirá el total de los considerados ausentes; no así uno mal depurado.

Si vemos las elecciones parlamentarias de 1962, el ausentismo llegó al 24%, una cifra parecida a la actual. Ese año, se produjo un golpe de Estado y se convocaron a elecciones al año siguiente, previa reinscripción de todos los peruanos. El ausentismo en 1963 se redujo drásticamente al 5,6%. El padrón se había depurado. Algo parecido ocurrió en la elección del 2001, donde el ausentismo creció hasta el 20%, pero cinco años después se redujo al 11%, con motivo de las elecciones del 2006. Lo que había ocurrido es que el Reniec había dado fin de manera definitiva a la libreta electoral de tres cuerpos. Los que no sacaban el DNI salían del padrón, y así se redujo el número de electores hábiles.

Con relación a lo ocurrido el 26 de enero, es claro que el ausentismo ha crecido desde el 2001, aun cuando no es exacto afirmar que todo ese porcentaje se debe a una desafección política, pues, como hemos señalado, el padrón “envejece”, siendo un universo de referencia no preciso. Asimismo, como señalamos antes, existen razones materiales para no ir a votar que escapan de la voluntad de los electores. La desafección política existe, pero es necesario investigar con mayor profundidad y no caer presos de una rápida ilusión de establecer una relación tan imprecisa que ofrecen los porcentajes de ausentismo.

Contenido sugerido

Contenido GEC