"El problema que tiene Perú Libre no es, entonces, tanto quiénes entraron, sino quiénes salieron. El mensaje confuso sobre el voto de confianza se debería solo a la pérdida de poder". (Foto: Archivo Grupo El Comercio)
"El problema que tiene Perú Libre no es, entonces, tanto quiénes entraron, sino quiénes salieron. El mensaje confuso sobre el voto de confianza se debería solo a la pérdida de poder". (Foto: Archivo Grupo El Comercio)
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Federico Salazar

Pataleta. No es otra cosa el comunicado de la “Asamblea nacional extraordinaria” de sobre el cambio de Gabinete. “El partido −dice, entre otras cosas− invoca a su bancada a dar cumplimiento a las conclusiones de esta asamblea, anunciando que no emitirá el voto de confianza al Gabinete caviar…”.

Por un lado “invoca”; por otro, “anuncia”. Los que emiten los votos son los congresistas, pero, al parecer, ningún congresista participó en esta asamblea.

El comunicado revela que no hay claridad en la dirección partidaria. La manifestación habla de un “inocultable giro político del Gobierno y su Gabinete hacia el centro derechismo, donde incrementaron los representantes caviares”.

¿Se puede decir que Mirtha Vásquez, la presidente del Consejo de Ministros es de “centro derecha”? ¿El ministro del Interior, Luis Barranzuela? ¿El de Educación, Carlos Gallardo? La acusación de Perú Libre es contra “quienes usufructúan del financiamiento exterior, de las patronales empresariales y del propio Estado”.

“Esta composición −agrega− la integran partidos sin inscripción, sostenidos por ONGs norteamericanas…”.

El comunicado dice que se “incrementaron los representantes caviares”. Los que había antes serían Pedro Francke, Hernando Cevallos (Frente Amplio), Anahí Durand (Nuevo Perú) o Roberto Sánchez Palomino (Juntos por el Perú). El incremento correspondería a la presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez (FA). Con Guido Bellido de premier no había giro hacia el “centro derechismo” ni problema con los “representantes caviares”.

El problema que tiene Perú Libre no es, entonces, tanto quiénes entraron, sino quiénes salieron. El mensaje confuso sobre el voto de confianza se debería solo a la pérdida de poder. El estado emocional en que elaboraron su comunicado deja traslucir el tipo de interés que consideran normal. “El partido −señala− no sujetará su conducta política al condicionamiento de espacios laborales”. ¿Espacios? ¡Se refiere a puestos en el Gobierno!

Según el comunicado, el partido “prescinde” de la asignación de prefecturas, subprefecturas o direcciones descentralizadas […] pese a que los militantes legítimamente lo merezcan”. Para Perú Libre este tipo de puestos gubernamentales son una especie de “derecho legítimo” que tienen los militantes por ser militantes del partido que ganó las elecciones. La lucha no es sobre estos pequeños puestos burocráticos. La de fondo es sobre la Presidencia del Consejo de Ministros y la cuota de poder en el Gabinete.

La pataleta se debe a la pérdida de poder en beneficio de ámbitos de influencia más cercanos a Marco Arana o Verónika Mendoza.

El presidente Castillo parece tener una agenda propia, que lo aleja de Vladimir Cerrón y Perú Libre. Esa agenda no se nota tanto en los ministros que rechaza Perú Libre, sino en los que él mismo ha llevado al Gabinete.

Lamentablemente, se trata de los ministros más problemáticos: Luis Barranzuela, del Interior, y Carlos Gallardo, de Educación. El primero ha sido defensor de traficantes de armas y está a favor de detener la erradicación de la hoja de coca ilegal. El segundo tendría vínculos con grupos cercanos al Movadef, o sea, a Sendero Luminoso.

El Congreso tendrá que decidir si da o no el voto de confianza con ministros como estos últimos. Debe sumar, ahora, los votos del cerronismo. Este cálculo es una buena razón adicional para insistir en la salida de Barranzuela y Gallardo. Quizá la pataleta sirva de algo.

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