Allá por el año 1837 el genial escritor danés Hans Christian Andersen publicó “El traje nuevo del emperador”, un cuento en el que un falso sastre le garantiza al monarca que, en caso dispusiera de oro, seda y otros materiales preciosos, podría confeccionarle una ropa esplendorosa, pero que solo las personas más inteligentes podrían ver.
El emperador encomienda la ropa, el falso sastre se queda con todos los materiales y le entrega el supuesto traje. El gobernante, su corte y muchas personas del pueblo no ven nada, pero, para no quedar como ignorantes, fingen estar admirados. Sin embargo, cuando sale a la calle, un niño grita: ¡el rey está desnudo!
Si trasladásemos la moraleja de esta historia al Perú actual podría ser la ilustración más palpable de aquello que sucede en nuestra política, independientemente de la línea ideológica. Las felonías que atestiguamos a diario son cometidas por políticos que se reclaman de derecha, centro o izquierda, a pesar de que, como todo en la vida, existen honrosas excepciones.
La impostura, pues, no conoce de sesgos programáticos y se ha convertido en una condición esencial para ejercer esta actividad, aunque, al igual que en el caso del emperador y su corte, finjamos que solo nos hemos dado cuenta cuando es demasiado tarde, en el momento supuesto en que dejaron caer sus vestiduras. Es decir, nos consolamos diciendo que fuimos víctimas de una suerte de engaño colectivo que les ha permitido arrebatarnos el voto.
Pero no se trata aquí de lamentarnos por la forma en la que cada quien se comporta en la cámara secreta de su mesa electoral. Sabido es que muchos de esos políticos siquiera hicieron el ademán de disimular antes de los comicios y que ahora apenas cumplen con su agenda, tal y como esperábamos que se comportarían. Pruebas al canto.
Un ejemplo es el reciente cierre de filas en contra de la Sunedu, la reforma universitaria en general y la defensa de los mercaderes que crean universidades-cascarón con las que estafan a jóvenes brindándoles una educación carente de calidad y obteniendo pulposas ganancias.
Otra primacía de la realidad, como dirían los abogados, es el fin de la evaluación docente, impulsada por la facción magisterial del Congreso y que le permite obtener el beneplácito de sus bases electorales, a pesar de que eso signifique la condena de millones de niños a recibir instrucción por parte de profesores malos o mediocres que se mantendrán en sus puestos gracias al favor político.
O las promesas de extender concesiones a los dueños de las combis asesinas y transportistas informales, un hecho que conducirá a que sigan gozando de una ostensible impunidad sin importar que la vida no valga nada en las calles y carreteras de nuestro país.
También está la extensión de los plazos para la formalización de los mineros ilegales, que no tendrán que rendir cuentas por contaminar con mercurio ríos y lagos, poner coto a la tala de los árboles y devastar nuestra selva amazónica. Total, sus actos estarán parapetados y carecerán de consecuencias legales al transformar los territorios de los que se han adueñado en tierras baldías.
No menos lamentable resulta el blindaje al congresista acusado de agredir en múltiples ocasiones, acosar y difundir un vídeo íntimo de una mujer en una página pornográfica. La decisión de la Comisión de Ética del Parlamento lanza el poderoso mensaje a la sociedad de que, si eres electo, puedes hacer esto y mucho más porque tus pares te protegerán.
Para ser justo aquí, no solo son responsables apenas los congresistas de Perú Libre o los integrantes del Ejecutivo, sino también los de Acción Popular, Fuerza Popular, Renovación Popular, Alianza para el Progreso, Juntos Por el Perú, entre otros. Hay una especie de concierto para que, de un plumazo, se eliminen los tímidos avances registrados en los campos de la educación, el transporte, el medio ambiente o la Constitución. Una vez más se privilegia la componenda por encima de los intereses nacionales.
Pero no solo se cuecen habas en el Ejecutivo o en el Congreso.
Si hablamos de las regiones, la situación es, por demás, también terrorífica. Según la Procuraduría Anticorrupción, existen 115 carpetas fiscales con investigaciones por presuntos actos de corrupción por parte de gobernadores y funcionarios regionales que incluyen delitos como el robo de fondos públicos, colusión, peculado, negociación incompatible, malversación y cohecho, al igual que ocurre en los municipios. Y así podríamos añadir que... siguen firmas.
Eso ya lo sabíamos. Conocíamos que varios de los candidatos no estaban a la altura de los cargos a los que postulaban dados sus antecedentes y, por lo tanto, no deberíamos buscar la desnudez en quienes fungen de políticos. Tal vez ella está debajo de nuestros propios vestidos; ese traje inexistente con el que acudimos a las urnas cada cierto tiempo, que nos permite taparnos los ojos –y muchas veces la nariz– para que sinvergüenzas de toda laya hagan y deshagan a nuestras expensas. Y el país pague las consecuencias.
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