“La flor de la canela” es una gran canción, y es a la vez un hito en la visión que tenemos de nosotros mismos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
“La flor de la canela” es una gran canción, y es a la vez un hito en la visión que tenemos de nosotros mismos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alonso Cueto

cumple 70 años y sigue reapareciendo en cientos de versiones en todo el mundo. La más reciente es la de Rubén Blades y antes de él, Caetano Veloso, Plácido Domingo, Raphael, Juan Diego Flórez y Julio Iglesias, entre muchos otros, la celebraron en formas distintas. Si uno quisiera reducir el vals a un resumen podría decirse que es la descripción de una mujer extraordinaria que revela quién es mientras camina. Como es bien sabido, , en su trabajo en la Botica Francesa, veía pasar a Victoria Angulo camino al Rímac. La conferencia de Raúl Porras Barrenechea (donde pronunció la frase “el río, el puente y la alameda”) y una marinera de Rosa Mercedes Ayarza (“Soy peruana, soy limeña”) también contribuyeron a su origen. En la marinera de Ayarza aparecía la expresión “la flor de la canela”, pero ya en 1611 el diccionario de Covarrubias la definía como un elogio a “lo muy perfecto”. También sabemos que la celebración musical en casa de José Moreno es el origen de la famosa frase: “Ay, deja que te diga, Moreno, mi pensamiento”.

“La flor de la canela” es una gran canción, y es a la vez un hito en la visión que tenemos de nosotros mismos. Con ella, Chabuca crea un paradigma. Las canciones criollas, en tiempos de Felipe Pinglo, no habían sido aceptadas del todo por las clases altas de Lima. Pinglo, uno de los más grandes genios que ha producido el Perú, nació en los Barrios Altos, fue al colegio fiscal Los Naranjos antes de asistir al colegio Guadalupe y se ganó la vida trabajando en una imprenta y en una compañía de gas. “El plebeyo”, compuesta a principios de 1931 y estrenada en el teatro Alfonso XIII del Callao, fue considerada una canción peligrosa por las autoridades políticas, que llegó a censurarla en las radios. El gobierno de Benavides tenía la peregrina sospecha de que el vals era obra de un subversivo: Víctor Raúl Haya de la Torre.

Pinglo compuso canciones de celebración como “Bouquet” y su aporte es vasto y variado, pero es más conocido por “El plebeyo”. Veinte años después, Chabuca Granda en cierto modo lo reinterpreta. La calle en la que Luis Enrique volvía del trabajo marcada por la “luz artificial con débil proyección” ha sido reemplazada por la que escucha “la risa de la brisa del río”. Si la penumbra de la calle de Pinglo “esconde en su sombra venganza y traición”, en cambio la vereda por donde avanza la protagonista de Chabuca “se estremece al ritmo de su cadera”. Donde Pinglo protestaba ante una sociedad regida por “esa infamante ley”, Chabuca le pide a esa misma sociedad que la escuche desde su primer verso: “Déjame que te cuente, limeño”. Chabuca nació en Apurímac debido al trabajo de su padre como ingeniero de minas, pero creció en Lima. Pertenecía a una familia de abolengo (su abuelo José fue un destacado matemático, docente y ministro de Fomento del presidente López de Romaña en 1900). Desde esa posición, Chabuca descubre las maravillas de la cultura popular, se rinde ante ellas y pide que la ciudad haga lo mismo, exclamando “Déjame que te diga la gloria”. Su revolución musical es también cultural. Pronto los afroperuanos dejarían de inspirar valses para cantarlos. Fue entonces cuando apareció la brillante generación de Arturo Cavero, Susana Baca, Eva Ayllón y Rosa Guzmán, entre otros. La gran Alicia Maguiña es otra digna sucesora. La Lima de hoy, que mañana celebra su aniversario, ya no es la que vio Chabuca. Su fe integradora sin embargo sigue inspirando.

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