Andrés Oppenheimer

La escalada de las tensiones entre y tras el viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, a probablemente impulsará a más empresas multinacionales a trasladar sus fábricas de China a para protegerse de posibles trabas a sus exportaciones.

Pero, lamentablemente, es probable que muy pocos países latinoamericanos aprovechen al máximo esta oportunidad. Muchos de los líderes de la región son populistas de la vieja guardia que están haciendo muy poco para atraer inversiones extranjeras. Al contrario, las ahuyentan con discursos nacionalistas y regulaciones exorbitantes.

Varios expertos en China me dicen que, de todos modos, habrá un mayor incentivo para que muchas fábricas basadas en China se trasladen a otras partes.

Asimismo, los problemas de suministro de China durante la pandemia y el aumento de los salarios en ese país han alarmado a muchas empresas multinacionales. Esos factores no van a desaparecer en un futuro próximo.

En comparación, América Latina puede ofrecer a las empresas multinacionales una mayor proximidad a EE.UU., el mercado más grande del mundo, y zonas horarias similares. Además, México y varios otros países de la región tienen acuerdos comerciales preferenciales o de libre comercio con EE.UU.

Pero, lamentablemente, países clave como México siguen apostando por sus exportaciones de materias primas a expensas del desarrollo de industrias del siglo XXI, como exportaciones de tecnología o plantas de fabricación sofisticadas.

Y muy pocos países de la región se promocionan como alternativas a las fábricas que están en China. Entre los pocos que lo hacen son los miembros de una recién creada “Alianza para el Desarrollo en Democracia” integrada por República Dominicana, Costa Rica y Panamá.

“Es un poco optimista suponer que las fábricas que se van a ir de China aterrizarán automáticamente en América Latina y el Caribe”, dice Pepe Zhang, un experto en China del Centro para América Latina Adrianne Arsht del Atlantic Council en Washington. “Hay una competencia mundial por estas fábricas. Necesitamos hacer que nuestras economías sean más atractivas para los inversores extranjeros”.

En este momento, muchas multinacionales que se van de China están trasladando sus fábricas a Vietnam u otros países del sudeste asiático, o están reemplazándolas con plantas robotizadas en Estados Unidos.

Otro posible efecto secundario de la escalada de las tensiones entre Estados Unidos y China tras el viaje de Pelosi a Taiwán podría ser una decisión china de aumentar su apoyo a Venezuela, Cuba y Nicaragua. Sería una forma de que China le diga a Estados Unidos: “Si tú te metes en mi vecindario, yo me meto en el tuyo”.

Pero Evan Ellis, profesor de estudios latinoamericanos en el U.S. Army War College, me dijo que no es muy probable que China haga eso. “Es posible, pero China tradicionalmente no ha usado el tipo de diplomacia de ‘ojo por ojo, diente por diente’ que Rusia ha usado en Cuba, Venezuela y Nicaragua”, me comentó.

Mi impresión general es que, a pesar de la ineptitud de varios presidentes latinoamericanos, habrá un pequeño aumento de las fábricas de China que migren a la región. Eso ocurrirá especialmente en el caso de México y otros países que están cerca del mercado estadounidense, por razones de proximidad.

Las empresas multinacionales tienden a pensar a largo plazo cuando toman decisiones de inversión, mucho más allá de los actuales mandatos de presidentes populistas.

Es una pena que lo que podría ser una bonanza económica para América Latina se vaya a reducir –al menos hasta que cambien los vientos políticos– a un aumento pequeño, que probablemente ocurra en cámara lenta.


–Glosado y editado–

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

Andrés Oppenheimer es periodista

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