Andrés Oppenheimer

Mientras que Estados Unidos, Europa y Japón reaccionaron con nuevas sanciones a la anexión por parte de de cuatro regiones de , la respuesta de América Latina al nuevo imperialismo ruso fue, en la mayoría de los casos, patética.

Un día después de que el presidente ruso Vladimir Putin firmó un decreto anexando las cuatro regiones del este y sur de Ucrania, muy pocos países latinoamericanos habían condenado la apropiación ilegal de los territorios ucranianos. Y prácticamente ningún país latinoamericano había anunciado sanciones económicas o diplomáticas contra Rusia.

Lo que es aún peor, el gobierno de derecha de Brasil fue uno de los cuatro países que se abstuvieron –junto con China, la India y Gabón– en un voto de condena a Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La moción de condena fue aprobada por diez países, pero vetada por Rusia.

Los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua apoyaron la invasión rusa a Ucrania a principios de año, y se espera que hagan lo mismo con el decreto de anexión. Irónicamente, estas dictaduras latinoamericanas hablan todo el tiempo sobre la necesidad de defender la soberanía nacional y aplauden la toma de una parte de un país soberano como Ucrania.

Putin firmó el decreto de anexión de las cuatro regiones de Ucrania –Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporizhzhia– poco después de llevar a cabo referéndums fraudulentos, a punta de pistola, en esos territorios.

La mayoría de los países del mundo condenó esta farsa electoral. Incluso el normalmente timorato secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, calificó las anexiones como inválidas, y como una violación de la Carta de las Naciones Unidas.

El presidente estadounidense Joe Biden impuso nuevas sanciones a las empresas que suministran a la maquinaria de guerra de Rusia, así como medidas para negarles visas a unos 900 funcionarios rusos y sus familias, incluidos casi 300 legisladores.

Pero al momento de escribir estas líneas, la mayoría de los países latinoamericanos –con excepciones como México y Chile– permanecía en silencio. Según fuentes diplomáticas, ninguno de los grandes países de la región tiene planeado adoptar sanciones contra Rusia.

Ruslin Spirin, embajador especial de Ucrania para asuntos latinoamericanos, me dijo en una entrevista telefónica desde Kiev que la falta de una respuesta internacional proactiva a la anexión rusa podría sentar un precedente peligroso para América Latina.

Si a Rusia, que es un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, se le permite conquistar un país vecino soberano como Ucrania sin consecuencias graves, podría convertirse en un precedente para que Estados Unidos o cualquier otro país invada una nación latinoamericana, me señaló.

Cuando le pregunté qué medidas deberían tomar los países, Spirin me dijo que, además de condenar la anexión, la comunidad internacional debería, como mínimo, expulsar a Rusia del Consejo de Seguridad de la ONU y despojarla de su poder de veto en ese foro.

La embajadora de Ucrania en México, Oksana Dramaretska, me dijo en una entrevista separada que “ahora es el momento de reaccionar con mucha fuerza, y no solo con palabras”.

Estoy de acuerdo. Uno podría argumentar que, en medio de la actual crisis económica, los países de la región difícilmente pueden darse el lujo de imponer sanciones económicas a Rusia. Brasil, por ejemplo, depende en gran medida de sus importaciones de fertilizantes para sus exportaciones agrícolas.

Pero aquí está en juego la seguridad de todos los países. ¿Reaccionarían con la misma pasividad la mayoría de los países latinoamericanos si Estados Unidos invadiera cuatro estados del norte de México y luego los anexionara? Por supuesto que no.

Como mínimo, las democracias latinoamericanas deberían denunciar con mucha más fuerza al imperialismo ruso, comenzar a tratar a los embajadores rusos como parias diplomáticos y suspender todos los acuerdos culturales y deportivos con Rusia. Si no hacen nada, estarán normalizando las invasiones extranjeras y sentando un peligroso precedente para todos los países, incluidos ellos mismos.


–Glosado y editado–

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

Andrés Oppenheimer es periodista

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