Alejandra Costa

Dos noticias de esta semana nos recuerdan el poco interés que muestran algunos funcionarios en tratar de minimizar el efecto negativo para los ciudadanos que puede tener la forma en la que se implementan algunas políticas bien intencionadas.

En primer lugar, tenemos la controversia que se ha generado por la decisión del y seguir inmunizando a las personas con fármacos con una fecha de expiración ya vencida, sin realizar una amplia campaña de comunicación previa explicando las bases técnicas de esta ampliación.

Aunque todo indica que esto apunta en la dirección correcta y que las vacunas siguen siendo seguras y eficaces, al parecer nadie contempló cómo esta falta de transparencia podría reforzar la desconfianza que sienten muchos por las vacunas y evitar que más peruanos decidan inmunizarse.

Otro ejemplo es la implementación por parte de los ministerios de Cultura y de Comercio Exterior y Turismo .

Nadie debería oponerse al objetivo que busca este cambio, de generar mayor transparencia y trazabilidad en la venta de los boletos; algo que no se puede lograr con la desfasada plataforma de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco (DDCC).

Pero la realidad muestra que ampliar a través de una adenda el contrato con la empresa Joinnus, adquirida el año pasado por el grupo Credicorp, para incluir la venta de las entradas a la ciudadela en un acuerdo que originalmente se concentraba en otras atracciones turísticas de menor demanda, no era el mejor camino a menos que el objetivo fuera regalarle argumentos a quienes se resisten, previsiblemente, a este cambio.

Y la implementación en sí, que aún no se concreta, también es una lágrima. En medio de protestas de los propios funcionarios de la DDCC y de sindicatos en Cusco, se decidió postergar la venta de las entradas para el 2024 hasta que empezara a funcionar la nueva plataforma y desde el 27 de diciembre solo se ha ido permitiendo la compra de tickets para la semana siguiente, como si algún turista planeara un viaje al Cusco de una semana a la otra o estuviera dispuesto a viajar sin que le garanticen el ingreso a Machu Picchu.

Finalmente, el Ministerio de Cultura fijó el 12 de enero como la fecha en la que debía concretarse la migración, pero un día antes volvió a postergar el cambio hasta el 20 de enero y anunció que, más bien, ayer al mediodía se permitiría la compra de los tickets para todo este año en la plataforma de la DDCC.

No había que ser experto para prever que esta iba a colapsar, como sucedió, ni que se iban a volver a generar largas colas en la oficina de Cusco donde se pueden adquirir las entradas presencialmente. Lo único que queda sospechar es que, sabiendo que ninguna página iba a soportar el tráfico que se esperaba, se prefirió que falle la plataforma antigua y no la nueva.

Aún no se sabe cómo terminará este proceso ni cuándo se retomará la venta de entradas online, pero lo que sí queda claro es que quienes están perdiendo por estas idas y vueltas son los ciudadanos que buscan viajar a Machu Picchu y las personas cuyos ingresos dependen de la llegada de turistas extranjeros al país. Pero ellos, lamentablemente, son la última rueda del coche.

Alejandra Costa es Curadora de Economía del Comité de Lectura