"'Tiempos recios', de Mario Vargas Llosa, es una nueva exploración en el rol que las dictaduras y la sed de poder tienen en la historia latinoamericana". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"'Tiempos recios', de Mario Vargas Llosa, es una nueva exploración en el rol que las dictaduras y la sed de poder tienen en la historia latinoamericana". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Alonso Cueto

“Tiempos recios”, de Mario Vargas Llosa, es una nueva exploración en el rol que las dictaduras y la sed de poder tienen en la historia latinoamericana. La pregunta que surge de esta indagación narrativa es si la historia del continente pudo cambiar en 1954, cuando el presidente Jacobo Árbenz fue derrocado en Guatemala. Árbenz, que había sido elegido democráticamente en 1951, ocupa en esta historia el lugar de otros rebeldes en las novelas de Vargas Llosa y, como algunos de ellos, es desterrado del mundo que alguna vez quiso cambiar.

Aunque lo único que buscaba el presidente guatemalteco para su país era que las empresas extranjeras, como la United Fruit Company, pagaran impuestos y aseguraran condiciones dignas para sus trabajadores, un mago publicitario estadounidense, Edward Bernays, logra convencer al gobierno de Dwight Eisenhower, que se trata de una amenaza comunista. Con el apoyo de la CIA, el presidente Árbenz es destituido y, en su lugar, toma el poder el dictador Carlos Castillo Armas, conocido como ‘Cara de Hacha’. Rafael Leónidas Trujillo, el dictador dominicano, participa en la caída de Árbenz y envía a Johnny Abbes García, otro personaje sombrío, que también colabora en el asesinato del nuevo presidente. Un joven Che Guevara vivía en Guatemala en los tiempos del golpe de Estado y allí se convence de que la única vía para las reformas en América Latina es la insurrección contra Estados Unidos. Si la torpeza del Gobierno Estadounidense no hubiera sido tan grande, el comunismo no habría echado las raíces que derivarían en la revolución cubana de 1959.

La novela, espléndidamente documentada, es también el relato de la vida íntima de sus personajes. En su centro aparece el personaje más memorable del libro: Marta Borrero Parra. Violada a los 15 años, Marta es repudiada por su padre y luego se convierte en la amante de Castillo Armas, y también de Johnny Abbes García. Durante muchos pasajes, la novela se pone del lado de Marta y reproduce sus dudas y vacilaciones cuando Abbes García le anuncia que el presidente va a morir asesinado y le pide irse con él. Después de una estancia tempestuosa en República Dominicana, Marta huye a Estados Unidos.

Al final de “Tiempos recios”, en un episodio magníficamente escrito, Vargas Llosa la visita. A los 80 años, en una casa donde chilla una multitud de pájaros tropicales, ella lo recibe con lo que permanece de su “mirada verdegrís que parecía trepanar a sus interlocutores, y los dejaba desconcertados y turbados”. Ante una pregunta sobre sus relaciones con la CIA, con esa misma mirada va a clavarle los ojos, como “si quisiera crucificarme contra la silla”. Con el encanto y la firmeza que le quedan (ella no leerá el libro que prepara pero sí sus abogados, le advierte), la conversación con la antigua Miss Guatemala (que no lo fue) se desarrolla en un mar de respuestas llenas de misterio que en ella parecen totalmente naturales. En ese momento, sospechamos que Marta es la única que sabe la verdad de toda la historia (quién mató a Castillo Armas, por ejemplo) pero que ni el autor ni los lectores la conoceremos. Oscar Wilde escribió que la verdad raramente es pura y nunca es simple. En “Tiempos recios”, la verdad general de la marcha de Guatemala y Centroamérica durante esos años se abre paso. Sin embargo, las verdades íntimas, los misterios de las relaciones secretas (las fidelidades, las traiciones, los pactos, los amores) se mantienen ocultos. La sonrisa de Marta nos sigue interpelando al terminar de leer esta magnífica historia.