Recuerdo bien la cara de José María Arguedas el día que llegó a la casa con un paquete en la mano. Había traído un regalo que, nos dijo, era muy especial. De inmediato sacó unos libros de dibujos, a modo de tiras cómicas, donde la protagonista era una niña de pelo abundante y cabeza redonda. Su nombre era la repetición de una misma letra de sonidos abiertos, capaces de convocar a todos. Mafalda.
Contenido sugerido
Contenido GEC