“Cuando vayan a comprar papas o lechugas, se van a llevar de yapa el COVID-19 a su casa”. Esto dijo el presidente Martín Vizcarra cuando anunció el resultado de pruebas realizadas en el mercado de Caquetá.
¿Sarcasmo, broma, chascarrillo? Quizá el jefe del Estado quiso infundir temor entre los ciudadanos, para que no vayan a los mercados. Quizá se puso nervioso.
En Caquetá, 163 comerciantes dieron positivo a las pruebas de COVID-19. Se habían realizado 842 pruebas de más de dos mil programadas. No sabemos por qué no se completó la muestra.
Sabemos, desde el primer día, que los mercados son centros de posible contagio. El Gobierno, ¿recién lo descubrió el día 45 de la cuarentena?
¿Por qué se hicieron pruebas en un mercado con tanta tardanza? ¿No las había?
El mensaje del presidente es equivocado. No hay que infundir miedo, sino ejercer control. No podemos dejar de ir a los mercados. Se trata de organizarlos y ordenarlos.
La visión del Gobierno es represiva y ciega. El ministro de Defensa advirtió: si es necesario, se cerrarán los mercados que no acaten las disposiciones.
¿No sería mejor estudiar por qué no acatan? ¿No sería mejor asesorar a los gerentes y administradores de los mercados? ¿No sería mejor informar sobre la epidemia?
Si tomáramos en serio el enfoque del Gobierno, deberíamos cerrar las escuelas de la Policía. En la de Puente Piedra, 510 alumnos y cadetes dieron positivo.
¿Salió el presidente a decir “si vas a una escuela de la Policía te llevas de yapa el COVID-19 a tu casa”? No, pues, es algo serio. Como en los mercados.
En la visión de los gobernantes el problema es la indisciplina de la población. Por eso, cuando se trata de la Escuela de la Policía se quedan callados, muy callados, demasiado callados.
El manejo de los caminantes también ha sufrido el mismo enfoque. Resultado: desastroso manejo de la epidemia. Miles de migrantes hicieron colas en La Victoria, en el Grupo Aéreo No 8, en la Panamericana Sur, entre otros.
Se les ofreció albergues para hacer la cuarentena. Miles no aceptaron. De esos grupos, algunos ni se enteraron de la posibilidad. Otros, contumaces, simplemente no quisieron ir.
Entre los caminantes había desconfianza, también tozudez, desinformación y desesperación. El Gobierno se demoró más de diez días en administrar razonablemente el problema.
Esos diez días han sido una ventaja para el contagio y la epidemia. No solo hubo situaciones de inhumanidad, sino también de contagio. Muchos lograron escapar y alcanzar las carreteras.
Ya hay muertos en las carreteras. Un niño de tres años falleció camino a Huaraz. Dos personas, camino a Tumbes, perdieron la vida. Otros ocho caminantes resultaron heridos por un accidente de tránsito en Paramonga.
Estas migraciones van a dar un impulso a la epidemia en el interior. Además, pueden alimentar un rebrote de regreso a la capital.
Las medidas de restricción radical dependen de su eficacia. El Gobierno apuntó al cierre estricto de actividades, pero no ha sido eficaz.
Se ganó tiempo con las medidas restrictivas. Era para mejorar nuestros sistemas de salud y de control epidemiológico. Es evidente que se desperdició el sacrificio.
Ahora tenemos el tremendo costo económico de los cierres, y no tenemos la ventaja del control de la epidemia. Se impone un cambio radical de estrategia.
El presidente Vizcarra sostiene que nuestro número de pruebas es mayor que los de los países vecinos: Chile, Colombia, Argentina. Qué bueno que tengamos más pruebas, pero el objetivo es contener la epidemia.
Al viernes, el Perú registró 1.124 fallecidos, según el último reporte de la universidad Johns Hopkins. Chile, 234 muertos; Argentina, 225, y Colombia, 314, según la misma fuente.
Las poblaciones son de distinto tamaño. Por cada millón de habitantes, estos son los resultados: Perú, 35 muertos; Chile, 13; Argentina, 5 y Colombia, 6. Tomamos la población registrada en el 2018.
El Gobierno debe dejar de lado la propaganda del triunfalismo. Debe dejar de lado la tendencia a culpar a otros (gobiernos anteriores, Trump, población inconsciente). Debe dejar de lado la popularidad como objetivo. Debe dejar la ‘yapa’ y pasar al control de la epidemia como objetivo.
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