Norma Correa Aste

A mediados de setiembre se realizó la 14° edición de CADE organizado por IPAE y, como es habitual, reunió a líderes, educadores, gestores y expertos nacionales e internacionales. Bajo el lema “La revolución educativa es ahora”, se buscó incrementar el sentido de urgencia frente a la emergencia educativa que afronta el Perú. Las desigualdades ya presentes en la educación peruana fueron profundizadas durante la pandemia como resultado de decisiones de política pública. Permitir uno de los cierres educativos más prolongados del planeta ha generado consecuencias negativas en los aprendizajes y bienestar de los estudiantes, y plantea complejos desafíos para la comunidad educativa, pero también la oportunidad de mejorar e innovar.

Desde CADE Educación se propuso un decálogo con propuestas organizadas en tres ejes. Primero, la centralidad de una agenda de remediación en la que se priorice lo socioemocional y la recuperación de aprendizajes, con énfasis en la primera infancia, sosteniendo a la adolescencia e impulsando innovaciones en la educación superior. Segundo, fortalecer los liderazgos en las instituciones educativas, tanto en directivos como docentes, para promover mejoras pedagógicas y mayores conexiones entre las instituciones educativas y el entorno. Finalmente, la importancia de construir sistemas educativos con mayor resiliencia y mejor capacidad de respuesta frente a crisis múltiples.

Estas reflexiones y propuestas son relevantes en un contexto muy retador para el sector educación. Si bien en el pasado mes de marzo se reabrió la educación inicial y básica, es alarmante que hasta setiembre del 2022 tan solo 28 de las 143 universidades hayan retomado la presencialidad. Hace un mes, los estudiantes de la Universidad San Antonio Abad de Cusco realizaron medidas de protesta demandando clases presenciales. Por otro lado, es importante recordar que las actividades educativas en la educación inicial y básica no han recuperado la normalidad, pues continúan vigentes protocolos obsoletos y exigencias que solo se aplican al sector educativo, las que afectan la experiencia de aprendizaje y socialización. Además de actualizaciones de normativa ya anunciadas por el Ministerio de Salud, se requiere una campaña nacional de sensibilización dirigida a la comunidad educativa y a los padres de familia que brinde información sobre el retiro de protocolos, la importancia de la vacunación y las prácticas de prevención y cuidado (por ejemplo, ventilación).

Por otro lado, las crisis sanitaria y alimentaria nos impulsan a repensar el rol de las instituciones educativas, las que, además de su función formativa, constituyen un pilar fundamental para la estrategia nacional de protección social, pues albergan al 30% de la población. Aquí resulta clave recuperar y fortalecer el trabajo articulado entre los sectores de educación y salud para cerrar las brechas del esquema regular de vacunación y atender la creciente demanda de servicios de salud mental. Asimismo, es urgente recuperar la plena implementación del programa de alimentación escolar Qali Warma, reactivando la entrega de alimentos preparados durante la jornada escolar que son fundamentales para el bienestar de la niñez más pobre y vulnerable.

La lista de pendientes de la educación peruana es larga y compleja. Desde CADE Educación se ha realizado un llamado a la acción con esperanza y con la convicción de que la educación es una agenda que puede unir a un país polarizado, priorizando el bienestar de los más de 10 millones de estudiantes peruanos. Construyamos sobre lo aprendido durante la pandemia e impulsemos cambios largamente esperados pues, como se señaló reiteradamente en dicho foro, “lo único que no podemos revertir es el tiempo”.

Norma Correa Aste es profesora e investigadora en la Pontificia Universidad Católica del Perú