Poca gente en el Perú sabe que una peruana tuvo un papel muy importante en la transición española entre el gobierno de Franco y el del rey Juan Carlos. Esta peruana fue doña Ana María Jiménez Vásquez de Velasco, cariñosamente llamada Mona.
Convencida de que el mundo actual es fundamentalmente democrático y que la democracia no es solamente un sistema de gobierno sino básicamente un espíritu de interacción, de apertura y de tolerancia recíproca, decidió crear un tipo de reunión en la que participaran políticos de todas las tiendas dentro del marco racional y emocional antes mencionado.
Y Mona tuvo una ocurrencia genial: lo mejor era reunir a todas las personalidades políticas diferentes e incluso encontradas, en torno de un plato de lentejas. Es así como comenzaron estos almuerzos –ahora tradicionales– de esta peruana que invitaba a comer lentejas y a discutir política amigablemente a todos los personajes más caracterizados de la difícil época de transición española. Por sus lentejas circularon personajes tan importantes para España como Adolfo Suárez; el notable representante del partido Conservador Fraga, Aznar, Boyer, Garriguez, el presidente del Senado español, el presidente del Consejo de Estado y muchos otros. Estos políticos, luego de cruzar las puertas del lugar donde se ofrecían las lentejas, se tuteaban entre sí; y lo mismo hacían los jóvenes, la futura fuerza política española.
Lo importante en “las lentejas” era la más absoluta libertad de expresión; lo que originaba un debate simpático, abierto y, al mismo tiempo, profundo. Esto es la verdadera democracia: la posibilidad de que personas desde posiciones políticas muy diferentes se reúnan en torno de un plato de lentejas y de una mujer entusiasta del diálogo sano y productivo; y que en estas reuniones se discutan los grandes problemas de la política práctica, efectiva.
Así pues, como dice Pedro Rodríguez en el “ABC” de Madrid, las lentejas de Mona eran el lugar de encuentro de políticos muy diversos, donde se presentaban interesantes confrontaciones entre los asistentes, dentro de un espíritu abierto de amistad.
Mona dejó Madrid hace ya muchos años, para regresar a su país de origen. Pero aquí también decidió desarrollar reuniones políticas en torno a un plato de lentejas. Dentro del mismo espíritu que en España, desde entonces, Mona congrega a los personajes más importantes de la política peruana a esos almuerzos de amigos, donde el invitado principal da una conferencia a los asistentes y estos después le hacen múltiples preguntas.
De esta forma, fiel a su propósito de desarrollar el espíritu democrático, Mona ha acogido en sus almuerzos, tanto como expositores o como asistentes, a los más importantes personajes de la política peruana.
Temas de la más alta importancia nacional han sido discutidos en las lentejas de Mona, dentro de un ambiente de igualdad y de fraternidad, con la máxima libertad de expresión. Asuntos bastante técnicos y, por tanto, difíciles de tratar en forma abierta, han sido debatidos con gran precisión y, sobre todo, dentro del marco de la tolerancia y deseo de desarrollo para el país, que predomina en sus reuniones.
En esos almuerzos hay discrepancias pero no enemistades; hay adhesiones profundas a ciertas posiciones pero nunca fanatismos; hay dudas pero nunca rencores, hay ilusiones pero nunca aguas frías. En general, hay un profundo amor al Perú, cultivado cuidadosamente por Mona,
Resulta imposible, dado su número, individualizar quienes han participado de estas “lentejas”. Pero baste decir que ex presidentes de la República, ex ministros de Estado, congresistas, hombres de prensa, empresarios, promotores, en pocas palabras, todos aquellos que sienten que tienen algo que decir en lo que pudiéramos llamar “el problema peruano”, todos han estado en las lentejas.
Quiero terminar esta reseña de una institución política importante pero para muchos desconocida, agradeciéndole a Mona su entrega al Perú y su apertura tan extraordinaria a todos los ángulos políticos, con la convicción de que la democracia es el resultado de la conversación, de la sana confrontación de ideas, dentro de un mundo común que tanto espera de sus ciudadanos. ¡Gracias, Mona!