La inflación se le escapa de las manos a la autoridad monetaria. Para este año se proyecta un alza de precios de 3,3%, ligeramente por encima del rango meta. No es ninguna catástrofe, pero es un problema más serio de lo que parece.
Preocupan los criterios que utiliza el Banco Central de Reserva (BCR) para sus cálculos. Preocupan, de igual manera, las ilusiones que se hace el Ministerio de Economía y Finanzas.
“Nos sorprendió un poco la parte de alimentos”, confesó, muy sincero, el presidente del BCR. Hubo problemas en el abastecimiento de algunos productos y subieron los insumos de la leche en 45%, explicó.
La inflación es un fenómeno monetario. No es causado por los insumos de la leche o la cosecha de la papa. Tiene que ver, en primera instancia, con la relación entre el dinero y los bienes y servicios que se transan. Hay muchas otras causas, pero todas obran a través de esa relación.
Las declaraciones de Julio Velarde, presidente del BCR, hay que interpretarlas. Quizá lo que haya querido decir es que el BCR estimó una mayor cantidad de papa o una mayor venta de leche, de modo que facilitó mayores medios monetarios. Al no cumplirse la previsión sobre esos bienes, sobró dinero, por decirlo en fácil.
La mala noticia es que el próximo año puede haber más casos como el de la leche o la papa. El Gobierno ha lanzado un paquete de medidas económicas y no debe ser fácil calcular sus efectos. Ese error de cálculo, lo vemos, impacta en los precios.
El Gobierno cuenta con que se repatrien entre 1.000 y 1.500 millones de dólares gracias a una amnistía tributaria. Cuenta, además, con el efecto reactivador de grandes proyectos de inversión como la línea 2 del metro y el gasoducto sur peruano, además de la refinería de Talara.
Si no se reactiva la economía, nuevamente el BCR fallará en el cálculo. Nuevamente será “sorprendido” por los precios, esta vez quizá por los camotes y las legumbres, o por el pollo y el maíz.
La inflación la sufren los consumidores. También la sufren los pequeños y grandes negocios. ¿Cómo calcular los costos, las reposiciones, los inventarios? ¿Cómo calcular un precio de venta que permita competir y obtener el mejor margen de ganancia?
Las respuestas a estas preguntas mueven y motivan la inversión. La inversión no aparece de la nada. Viene del capital y del cálculo económico.
La inflación altera el cálculo. Si los precios cambian de manera imprevista, habrá más gente que falle en sus cálculos, habrá más pérdidas.
La situación política favorece la incertidumbre. El BCR tendrá que estar atento a la evolución de la producción día a día. Tendrá que medir lo que suceda con los proyectos de inversión cada día.
La modernización de la refinería de Talara, por lo pronto, no aporta cifras confiables. No se sabe si se logrará destrabar proyectos como línea 2 o como el gasoducto. Tampoco es clara la eficiencia de los montos de inversión involucrados.
La repatriación de capitales es una ilusión. El ministro de Economía espera que con esta amnistía los peruanos con dinero en el extranjero “traigan su dinero para invertirlo en el país”. Para que llegue dinero se necesita confianza, no placebos tributarios.
La confianza no cae del cielo, se gana. El manejo político del Gobierno con la oposición, por ejemplo, no da confianza.
El BCR creía que la economía crecería 4,5% el próximo año. Ya rebajó su proyección a 4,3%. Y probablemente tenga que bajarla más en el transcurso del año. No debería sumarse al grotesco espectáculo de las rebajas.
Ese optimismo, lamentablemente, se traslada a la política monetaria. La discrepancia entre los deseos y la realidad precipita la inflación. La causa no está en los insumos de la leche, sino en los insumos que usa el BCR para sus proyecciones
Nada justifica el optimismo. Menos, si de ello depende el alza de los precios, la inflación.