Norma Correa Aste

Han pasado dos años y medio desde el inicio de la pandemia, la cual nos deja un sinnúmero de experiencias y cambios que no hemos terminado de procesar. En este tiempo, los niños y adolescentes peruanos han cargado una mochila muy pesada. La alta mortalidad de la pandemia enlutó a miles de hogares, muchos niños quedaron huérfanos o tuvieron que despedir a la distancia a sus seres queridos –abuelos, tíos y otros parientes– en medio de la incertidumbre por un virus desconocido que les generaba miedo y ansiedad.

Nuestros chicos enfrentaron una de las cuarentenas más estrictas del mundo. Ir al parque o a la plaza, jugar con otros niños, fueron actividades prohibidas por mucho tiempo. Esto ocurrió mientras se reabrían progresivamente actividades económicas y sociales. Las prioridades sobre qué reabrir y por qué revelaron un profundo adulto-centrismo. Reabrimos ‘malls’, discotecas y bares antes que guarderías, nidos, escuelas y universidades.

Una de las principales pérdidas para los niños y adolescentes fue separarse por dos años de sus , espacios fundamentales de aprendizaje, socialización y, para muchos, su segundo hogar (o donde estaban más seguros que en sus propios hogares). Esta fue una experiencia muy compleja para los chicos: si bien obtuvieron aprendizajes y lecciones de vida, también cargan con secuelas e impactos. Los padres y docentes que leen esta columna saben que los chicos no la pasaron bien, que están enfrentando retos al reencontrarse con las aulas y que necesitan recuperar la normalidad con urgencia.

Para ello, es indispensable potenciar la experiencia plena de enseñanza-aprendizaje y socialización. Los chicos han vuelto a una experiencia escolar mediada por y protocolos. Estudiantes, docentes y personal administrativo deben usar mascarillas durante toda la jornada, de lunes a viernes. Los invito a preguntarles a los chicos que tienen cerca qué sienten al usar mascarillas durante todo el día y qué opinan sobre el hecho de poder quitársela sin problema en todos lados (restaurantes, centros de diversión, estadios, conciertos, etc.), menos en sus escuelas.

Si escuchamos a los niños, comprenderemos que las mascarillas dificultan concentrarse, respirar, interpretar las reacciones de sus compañeros, comprender a sus docentes, hacer deporte. Si consultamos a los docentes, encontraremos que hacen exhaustivos esfuerzos para que los chicos los puedan escuchar y seguir las explicaciones –pues no los ven gesticular–, así como para contenerlos y acompañarlos en su reencuentro con la rutina educativa. Como ha evidenciado el investigador Percy Mayta, solo el Perú, Chile y Bolivia exigen el uso obligatorio de mascarillas en las aulas. Alrededor del mundo, las mascarillas no son obligatorias en las escuelas.

Gracias a la vacunación y a la inmunidad adquirida por infecciones previas, la cuarta ola está en plena caída y no ha saturado el sistema de salud. En este contexto, es urgente que el Ministerio de Salud y el Ministerio de Educación trabajen de manera conjunta para actualizar los protocolos aplicados a la educación. Se requiere revisar los procedimientos para el manejo de contagios y cuarentenas, pues el cierre de salones ha generado pérdidas de clases presenciales y disrupciones severas en la rutina escolar y familiar. Es necesario eliminar el uso obligatorio de mascarillas en las instituciones educativas, sin condiciones, como ha sucedido alrededor del mundo. El llenado de fichas sintomatológicas, toma de pruebas obligatorias y pases sanitarios requieren tener fecha de fin.

Los esfuerzos de la política pública deben enfocarse en las estrategias para llevar la vacunación a la población vulnerable, mejorar las condiciones de higiene y ventilación en las instituciones educativas, y responder a los impactos generados por la pandemia en aprendizaje, salud mental y bienestar. Autoridades del Consejo de Ministros, por favor, #LiberenALosNiños. Actuemos con sentido de urgencia, porque la niñez no regresa.


* La autora integra el colectivo Volvamos a Clases Perú.


Norma Correa Aste es profesora e investigadora en la Pontificia Universidad Católica del Perú