El planeta siente una especie de fascinación por Lima. Ha sido elegida la mejor ciudad patrimonio del mundo, capital iberoamericana de la gastronomía, sede de los próximos Juegos Panamericanos 2027 y ciudad invitada a la Semana de la Arquitectura de Madrid 2024. Todo eso en los últimos meses, a despecho de los nubarrones que ensombrecen la vida cotidiana. Y nos remite a una agenda de intervenciones urbanas en las que la identidad de la metrópoli y la atención a temas estratégicos se dan la mano.
En esa agenda, la recuperación del Centro Histórico de Lima tiene un rol relevante. En el año 1995 estaba invadido por más de 30.000 comerciantes callejeros que tenían ocupados todos los espacios públicos y vías del Parque Universitario, Jr. Lampa, Mercado Central, Barrios Altos. Era un centro inviable que, paradójicamente, en el año 1991, gracias al Patronato de Lima, había conseguido que la Unesco lo declarara Patrimonio Cultural de la Humanidad, un título que es un pasaporte al estrellato de las urbes.
Los 30.000 informales fueron reubicados en nuevos polos económicos de la ciudad como Polvos Azules, Polvos Morados, Las Malvinas, entre otros, y pasaron de buhoneros a pequeños empresarios durante la gestión del alcalde Alberto Andrade. Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), era la opción más exitosa en América Latina de manejo del comercio informal en áreas históricas. La recuperación del Centro Histórico se convirtió en una cruzada metropolitana enfrentando al gobierno de Alberto Fujimori. Fue decisivo el apoyo de la opinión pública, de medios como El Comercio, dirigido por Alejandro Miró Quesada Garland, y de Patricia Uribe, representante de la Unesco, que se la jugaron por Lima. Gracias a todos ellos hoy es posible apostar por la recuperación definitiva del corazón de la ciudad.
Han pasado más de 25 años de esa gesta y ahora el gobierno metropolitano vuelve a optar por el espacio fundacional, pero ya en otro contexto. Se recuperó el espacio público y ahora se ponen en valor edificios icónicos. Los centros históricos en el mundo son espacios vivos, de identidad con gente que va a vivir, trabajar o disfrutar. Es hora de empezar programas de regeneración urbana. Hay que volver a llevar la vida de barrio, un centro respetuoso de su monumentalidad, pero cargado de vida de uso irrestricto del espacio público (convertiría Palacio de Gobierno en un gran Centro de las Artes; chau cerramiento de la Plaza Mayor).
El regreso de El Comercio al Centro de Lima es un gran gesto para celebrar. Estamos ante un centro en alza que será expuesto en la Semana de la Arquitectura en Madrid por el Colegio de Arquitectos de Lima este octubre. Y sería justo y necesario que empecemos la puesta en valor de todas las evidencias precolombinas de una de las civilizaciones más importantes del planeta.
Esta fascinación por Lima en realidad contiene un mensaje implícito de un destino promisorio único. El mundo ve una fortaleza que toca implementar y nos conduce a valores ancestrales, prehispánicos, coloniales y modernos que nos pueden colocar en la cima de las ciudades si sabemos recuperarlos.