La locura automática, por Carlos Meléndez
La locura automática, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Nuestros legisladores y opinólogos parecen estar poseídos por un espíritu díscolo que les compele a eliminar–inmediatamente– toda institución disfuncional. Esta locura automática se quiso tirar abajo al sistema de gobernadores y, ahora, a casi todo tipo de reelección subnacional (salvo regidurías). Sin certezas ni estudios, guiados por su atinado (¿?) olfato político, congresistas de la talla de Omar Chehade perpetran reformas que pueden socavar aun más la institucionalización de nuestra política.

La diligente Comisión de Constitución del Congreso –los mismos creadores del distrito electoral para residentes en el extranjero– aprobó el proyecto de ley que prohíbe la reelección inmediata de presidentes y vicepresidentes regionales y alcaldes. Sus autores –eminencias de la ingeniería constitucional– aducen que esta nueva ley “evitará la corrupción” (sic) y permitirá una “competencia igual” (sic)en los procesos electorales respectivos.

Primero, no existen pruebas de que un presidente regional reelegido sea más propenso a la corrupción que el promedio. De 8 reelegidos (2 en el 2006 y 6 en el 2010), menos de la tercera parte ha sido acusada de corrupción. Es más, César Álvarez podría ser un ‘outlier’, una excepción. Segundo, la reelección no es negocio seguro; al contrario –como lo muestran Beatriz Córdova y José Incio–, es una desventaja. La tasa de reelección provincial es de 16% y distrital 19%. En lo regional, dicha proporción creció del 13% (2006) al 50% (2010). Ello se debió al fortalecimiento de movimientos regionales antes que al abuso de recursos estatales.

La prohibición de reelección inmediata, sin embargo, tendría consecuencias nefastas. En principio, anularía la posibilidad de aprendizaje político en el nivel subnacional. Cada cuatro años se elegirían gobernantes inexpertos. Además, eliminaría el principal incentivo para una administración eficiente: la recompensa de los votos. La reelección es, sobre todo, un premio a quien hace bien las cosas. Sin este estímulo, aumenta el riesgo de gobernar irresponsablemente. Además, se descartaría la posibilidad de fortalecer movimientos y políticos regionales. 

En el 2006, 10 de los 15 presidentes que postularon a la reelección lo hicieron por el mismo emblema por el que fueron elegidos originalmente. En el 2010, los 12 postulantes a continuar en el cargo mantuvieron su misma afiliación. De hecho, esto evidencia el efecto positivo de la reelección regional: consolida propuestas regionales. Por este efecto positivo surgieron César Villanueva y Nueva Amazonía (San Martín), se afianzaron Guillén (Arequipa) y Murgia (La Libertad), y saltaron a la política nacional Simon y Villanueva (PCM).

Existen medidas alternativas más sensatas basadas en la evidencia acumulada. Javier Torres propone la reelección consecutiva por una vez. Considero exigir la candidatura reeleccionista por la misma agrupación de la elección anterior. Esta combinación permitirá valorar la experiencia de los políticos y fortalecer sus organizaciones. Para frenar los excesos producidos por la centralización del poder y el acceso a recursos, se requiere –como sugiere Paula Muñoz—fortalecer las instancias de control y rendición de cuentas regional. El diseño institucional político merece cordura; no medidas efectistas o populacheras surgidas pavlovianamente del humor político coyuntural.