La presidenta Dina Boluarte ha llamado a la paz. Ha instado, a quienes hacen manifestaciones en distintas regiones, a dialogar.
“Desde el Ejecutivo les tendemos la mano y el corazón, nosotros vamos a sus regiones o ustedes vienen a la casa de Gobierno”, exhortó.
El problema es que no hay interlocutores. Hay personas que marchan, personas que bloquean las carreteras, personas que amenazan a los que no se pliegan.
No hay un representante ni un mandato partidario, sindical o gremial. Entonces, ¿con quién se conversa? ¿Y quién se compromete a nada?
Por otro lado, los que causan problema no son los que solo marchan. Son los que realizan actos de sabotaje.
El objetivo de los que bloquean las carreteras no es llamar la atención de las autoridades. No hay, en sentido estricto, una protesta. Quieren que caiga el Gobierno, y para eso hacen uso de la fuerza o de la amenaza del uso de la fuerza.
El Gobierno puede hacer las invocaciones que quiera, por más ingenuas que sean. Por encima de eso, sin embargo, debe gobernar; es decir, recuperar el estado de derecho.
No es algo fácil ni requiere una respuesta ciega. Se debe hacer a través de trabajos de inteligencia y propaganda.
En la lucha de frases, los grupos derrocadores lanzan e instalan consignas: “Gobierno cívico-militar”, “usurpadora”, “dictadura”, “no me representas”, entre otras.
El Gobierno no ha hecho ningún esfuerzo serio para dar a conocer las bases de su legitimidad.
Hay quienes piden el retorno al poder del expresidente Pedro Castillo. No aceptan la legalidad de su prisión preventiva. Ello a pesar de la flagrancia de su infracción constitucional.
Los agitadores no solo no aceptan algo tan evidente; se dedican a desinformar a los que no están al tanto de los hechos. La mayoría no conoce el detalle de la ley.
El Gobierno debe responder ante la ofensiva de desinformación. La señora Boluarte no es presidenta por voluntad del Congreso, sino por elección de los votantes.
“Dina, no me representas” es un sinsentido, si viene de alguien que votó por Castillo. A no ser que se desconozca que se vota por una plancha presidencial. A no ser que se desconozca la infracción constitucional de Castillo.
En el terreno de la propaganda, los derrocadores quieren invertir la noción del golpe. Quien cometió un golpe de Estado fue Pedro Castillo. En la narrativa de ellos, la golpista es Dina Boluarte.
Parece demasiado absurdo. No importa, si la historia que cuenta los hechos no está presente, no circula ni se tiene idea de ella.
Normalmente se cambia de presidente a través de las elecciones. Los violentistas quieren que se cambie no por elecciones generales, sino por chantaje. Si no sale del cargo, sigo sitiando carreteras o amenazando instalaciones estratégicas.
El gobierno de Dina Boluarte tiene que involucrarse en esta lucha de banderas. Si persiste en “tender la mano”, va a seguir favoreciendo la propaganda de los derrocadores.
Es un panorama sin duda complicado. No es fácil combinar prudencia y firmeza.
El Gobierno, además, debe buscar otras batallas. Enfrentar y reducir el aumento de la delincuencia común, por ejemplo. Debe legitimarse en sus funciones naturales.
Pequeños grupos al margen de la ley no pueden paralizar al país.