Las principales instituciones financieras internacionales han publicado sus pronósticos económicos para el 2022 y sus vaticinios para América Latina son para llorar: dicen que será la región de menor crecimiento del mundo este año.
Incluso las economías del África subsahariana, que tiene varios conflictos armados, crecerán más que América Latina durante este año, según las proyecciones.
Y la mayoría de los economistas coinciden –con toda la razón– en que buena parte de la culpa es de los líderes políticos de la región.
Según los pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía de Estados Unidos crecerá un 5,2% en el 2022; China, un 5,6%; Europa, un 4,3%; Oriente Medio y Asia Central, un 4%; África subsahariana, un 3,8%; y América Latina, América y el Caribe, solo un 3%.
Dentro de la región, la economía de Colombia probablemente crecerá un 3,7% en el 2022; la del Perú, un 3%; la de México, un 2,9%; la de Brasil, un 0,5%; la de Argentina, un 2,2%; y la de Chile, un 1,9%, según nuevos estimados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal).
Irónicamente, si no fuera por las desastrosas políticas de la mayoría de sus líderes, América Latina podría ser una de las regiones de mayor crecimiento económico del mundo.
La interrupción de las cadenas de suministro globales debido a la pandemia del COVID-19 ha abierto una oportunidad de oro para la región, porque muchas compañías multinacionales quieren reducir su dependencia de suministros de China. Muchas quisieran trasladar algunas de sus operaciones de Asia a América Latina, si encontraran un ambiente favorable.
Con costos laborales similares, tiempos de transporte más cortos y las mismas zonas horarias, América Latina podría convertirse en un nuevo centro manufacturero mundial.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) muestra que si América Latina reemplazara tan solo el 10% de las exportaciones de China a Estados Unidos, la región ganaría US$70.000 millones adicionales al año. Y eso podría lograrse exportando bienes que América Latina ya está produciendo, como autopartes y televisores.
Pero los populistas retrógrados de izquierda y de derecha están matando la mayor oportunidad de crecimiento de la región en décadas.
Los presidentes retroprogresistas de México y Argentina –y ni hablar de los dictadores de Venezuela, Cuba o Nicaragua– están ahuyentando a los posibles inversores que podrían estar trasladando fábricas de China a sus países.
Y un populista de derecha en Brasil está creando tanta incertidumbre política, que pocos inversores están dispuestos a mudar fábricas allí antes de las elecciones de octubre.
No es ningún misterio que la principal razón por la que los países latinoamericanos no crecen y no pueden reducir la pobreza es que no atraen inversiones. Están atrapados en la creencia superada hace rato en otras partes del mundo de que la dicotomía hoy en día no es entre izquierda y derecha, sino entre atraer inversiones y ahuyentarlas.
Incluso Vietnam, un país comunista, es una importante base de fabricación para empresas estadounidenses y europeas, y crecerá un 6,6% en el 2022, según el FMI.
Pero, lamentablemente, la mayoría de los presidentes populistas latinoamericanos siguen vendiendo la fantasía de que se puede crecer y reducir la pobreza sin insertarse en la economía global y haciendo discursos antiempresariales para la tribuna. No es de extrañar que la fuga de capitales de América Latina alcanzó los US$128.000 millones en el 2021, un récord en los últimos años, según el Instituto de Finanzas Internacionales.
Solo podemos esperar que el 2022 marque un punto de inflexión y que la proyectada caída del crecimiento económico latinoamericano cree una nueva masa crítica de gente que diga: “¡Basta de mentiras!”.
–Glosado y editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC
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