Alejandra Costa

Incluso en un escenario de bonanza económica, elaborar un proyecto de requiere la precisión de un relojero y el equilibrio de un malabarista. Tomando en cuenta que las entidades siempre van a pedir mayores recursos, el debe repartir la torta presupuestal cuidando, además, que el total a gastar el año siguiente sea el suficiente para estimular el crecimiento de la economía pero, al mismo tiempo, esté ajustado a los ingresos con los que contará el Estado en el futuro.

Para lograrlo, el MEF se basa en las propias proyecciones del Marco Macroeconómico Multianual (MMM), documento que dibuja en detalle el escenario que espera el MEF para los siguientes años y elabora el presupuesto tomando en cuenta que, mientras más crezca la economía, mayores serán los impuestos recaudados y, por lo tanto, se contarán con mayores recursos para gastar.

Este ejercicio requiere aún más cuidado en un escenario de altísima incertidumbre como el actual, en el que ser demasiado pesimista puede atar de manos a la economía, pero el exceso de optimismo puede llevar al MEF a aprobar un mayor gasto del que permitirían los ingresos el próximo año, poniendo en riesgo la salud de las finanzas públicas.

Y ese es el temor en este momento. El ministro de Economía y Finanzas, , ha decidido cambiar las proyecciones del MMM para llenarlas de optimismo y elaborar un presupuesto basado en su convicción de que la economía crecerá un 3,5% el próximo año y no el 2,5% que estiman la mayoría de analistas.

¿En qué se basa ese optimismo? Pues en un plan de reactivación económica que fue anunciado por Burneo para esta semana, pero que recién será publicado la próxima. Así, el ministro ha acudido ayer al Congreso a sustentar un presupuesto basado en una hipotética reactivación de la economía producida por un plan que, hasta el momento, también es hipotético. Lamentablemente, esta es la receta para lograr el efecto contrario a la recuperación de la confianza de los agentes económicos que busca ese plan de reactivación.

Otro ingrediente para la receta de la desconfianza es que el proyecto de Ley de Presupuesto está proponiendo un gasto total de S/214.790 millones para el 2023, lo que implicaría que el déficit fiscal (la diferencia entre los ingresos y gastos del Estado) llegue a un 2,4% del PBI, el máximo nivel permitido por la ley 31541, aprobada en julio por el Congreso.

Esto quiere decir que si los ingresos no satisfacen las proyecciones optimistas del MEF, lo más probable es que superemos ese tope y que las agencias calificadoras de riesgo miren nuestra calificación crediticia con incluso más dudas de las que ya genera el escenario político.

Burneo tendrá el complicado reto de que su plan de reactivación supere las expectativas que él mismo ha generado y que calme las preocupaciones que genera el excesivo optimismo que refleja el presupuesto. Si no, el ministro descubrirá, a la fuerza, que las expectativas siempre pueden empeorar y que lo que se necesita en un escenario como el actual es responsable realismo.

Alejandra Costa es curadora de Economía del Comité de Lectura

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