En una foto tomada desde el espacio por un satélite se ven dos áreas claramente diferentes. La de abajo es la silueta de un país intensamente iluminado, que brilla. Una línea marca lo que sería su frontera. La de arriba aparece casi totalmente oscura, como una sombra al lado de un reflector. La diferencia es impresionante.
La línea es el paralelo 38. El país iluminado es Corea del Sur. Y el oscuro es Corea del Norte. La diferencia en luminosidad responde a la abrumadora diferencia en el nivel de desarrollo de ambos países. Uno, totalmente electrificado, es de los países más tecnológicos y con mejor infraestructura del mundo. El otro es un agujero negro, con un estilo de vida casi feudal.
Increíblemente ambos territorios son un solo país dividido por la guerra y la ideología. Compartían en la fecha en que se dividieron la misma historia, la misma población, la misma cultura, el mismo nivel de infraestructura, el mismo idioma. Eran igualmente paupérrimos (la Corea original estaba entre los países más pobres del mundo). No había diferencias apreciables. Arrancaron en la misma línea de partida y en la misma situación. Pero solo 60 años después Corea del Sur llegó a ser la decimotercera economía del mundo y Corea del Norte se quedó como una de las últimas.
La historia nos ha ofrecido un laboratorio casi perfecto para probar el efecto de políticas distintas. La guerra de Corea (1950) destruyó toda la riqueza existente. El general MacArthur, al recobrar Seúl, predijo que restaurar la ciudad tomaría cien años. Se equivocó.
Acabo de estar en Seúl, Corea del Sur. Las fotos de hace 50 años parecen tomadas en las zonas más pobres del Perú. Las de hoy son del Primer Mundo mientras sus hermanos del norte viven virtualmente en un subdesarrollo cavernario.
Corea del Sur se orientó a promover la empresarialidad, el emprendedurismo y el comercio exterior con empresas globales como Samsung, Hyundai, Kia o LG. Hoy es una democracia en la que sus instituciones funcionan. En contraste, Corea del Norte es un Estado comunista, sin empresas y sin un gramo de libertad económica ni política. Es una de las dictaduras más brutales.
Por supuesto que no todo en Corea del Sur es color de rosa. También atravesó períodos de gobiernos dictatoriales y su economía no es tan abierta como podría ser, está cargada cada vez de más regulaciones que explican en parte la desaceleración de su crecimiento en los últimos años. Pero a pesar de ello, marca claramente la diferencia con su hermano, convertido hoy en vecino hostil.
Algunas cifras demuestran la apabullante diferencia entre ambos países. Desde la década de 1960, el producto bruto interno de Corea del Sur se multiplicó 1.084 veces (de US$1,3 mil millones a más de un billón), siendo 42 veces el de Corea del Norte. El producto per cápita se multiplicó 417 veces (de US$67 anuales a cerca de US$30.000) mientras que el de su vecino del norte es de solo US$1.300. Y sus exportaciones se incrementaron 28.655 veces (a US$573 mil millones) frente a solo US$4,7 mil millones de los norcoreanos.
Increíblemente, los surcoreanos tienen el mismo origen que sus vecinos norcoreanos. Sin embargo, los primeros son siete centímetros más altos, gracias a una mejor alimentación y atención médica. Hay diez años de diferencia en su esperanza de vida (80 años frente a cerca de 70 para los norcoreanos). En Corea del Sur mueren 4,08 nacidos por cada 1.000 nacimientos, frente a 26,21 en Corea del Norte (6,5 veces más).
La historia de las dos Coreas es una fábula que ofrece al Perú una clara moraleja. La pobreza y el subdesarrollo pueden ser derrotados si se sigue la línea correcta. La libertad ofrece un camino luminoso y la ausencia de ella te conduce a la oscuridad. Los coreanos del sur y del norte se han enfrentado infinidad de veces a los mismos dilemas a los que nos enfrentamos los peruanos hoy y se han hecho las mismas preguntas. Han dado diferentes respuestas. Y han llegado a lugares muy distintos. Y es que hay que saber elegir entre la luz y la oscuridad.