Conviene recordar que la patria, iconográficamente, siempre ha tomado la forma de una mujer. El simbolismo en la etapa en que el mundo se despercudía del colonialismo en los siglos XVIII y XIX siempre fue útil y hasta necesario para amalgamar las ideas de libertad entre la gente. La patria no solamente era mujer sino además madre. No todos los países se han identificado con la madre, hay otros que se identifican con el padre.
En Francia, Delacroix pintó a la Libertad semidesnuda sosteniendo la bandera y desde tiempo atrás las ideas de virtud nos muestran a una mujer pura sin nada que esconder, pero faltaba la idea de la naciente patria. Una de las más efectivas fue la de la imagen de la mujer con los pechos turgentes dando de lactar a un niño con otros cobijándose entre sus ropajes griegos. Así, mucho antes de que la frase se identificara ideológicamente con España, la idea de patria atrajo también los afanes de emancipación de las mujeres de este país bajo esta imagen.
La etapa precursora nos trajo a la primera gran mujer, Micaela Bastidas Puyucahua, quien asumió tareas de líder en la rebelión de su “Chepe” querido (como llamaba a Túpac Amaru II) y a quien fustigó severamente en sus indecisiones. Junto con ella varias mujeres se plegaron a la rebelión: Tomasa Tito Condemayta, Marcela Castro, Cecilia Túpac Amaru, Gregoria Apasa (estas últimas dos más identificadas con Bolivia).
Ya en el tiempo previo a la independencia (que fue un proceso largo y acumulativo) doña Brígida Silva de Ochoa desde el barrio de Abajo el Puente espiaba y hacía trabajos logísticos junto con su familia desde el temprano año de 1805 en pro de la independencia. Hizo innumerables servicios a la causa patriota, nunca fue aprehendida, fue condecorada por San Martín y murió a una venerable edad. En esta etapa la información era muy bien manejada y transmitida por mujeres como Juana Candelaria García, Francisca Sánchez de Pagador, Agustina Antoñete, Manuela Carbajal, Catalina Agüero, Narcisa Iturrégui, Natividad Pinillos. La clase y posición no importaban como lo confirman Josefa Carrillo, Marquesa de Castellón; Petronila Carrillo de Albornoz, Marquesa de Torre Tagle que murió en prisión; Hermenegilda de Guisla y Larrea; o Angélica Zevallos que recolectaba alhajas y objetos de plata para la causa.
Por subrayar el hecho de ser la querida de San Martín, se olvida que Rosa Campusano logró pasar a todo el batallón Numancia hacia el bando patriota, un acto, de por sí, admirable. Tomasa Amat García Mancebo fue la nieta del virrey y la Perricholi y su nombre encabeza la lista de las galardonadas con la Orden del Sol, en lo que fue un símbolo que quizás no haya pasado desapercibido entonces: una nieta del viejo imperio y la criolla nación a punto de nacer. María Parado de Bellido constituye el último grado al que la mujer estaba dispuesta a sacrificarse por la causa libertadora.
Ellas son las que la historia y el común de la gente a veces olvida a pesar de que son las que dieron a luz nuestra libertad. Feliz día para ellas también.