Mi vida no sería la misma sin Mafalda. Siendo pequeño encontré dos de esos libritos alargados en un depósito de la casa de mis primos. Llevé algunos a casa, donde descubrí que había otros iguales en la biblioteca. La primera lectura dejó dos cosas claras: unas tiras eran muy graciosas y de otras no entendía ni pío. Entre las primeras, las del almacén Don Manolo, la escuela, el cohete de Miguelito, Felipe y su imaginación, las vacaciones en la playa. Y entre las últimas, obvio, las más políticas.
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