El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, recibirá malas noticias pronto: más de 40 países se aprestan a cortar relaciones diplomáticas o reducir sus lazos con Venezuela a partir del 10 de enero, cuando está previsto que el mandatario comience un nuevo mandato de seis años.
El presidente colombiano Iván Duque dijo hace poco al diario “El Tiempo” que, tras la decisión de su país de no reconocer los resultados de las fraudulentas elecciones del 20 de mayo, “no vamos a hacer la pantomima de seguir manteniendo relaciones diplomáticas” con Venezuela después del 10 de enero.
De manera similar, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, me dijo en una entrevista reciente que, dado que la mayoría de los 14 países latinoamericanos que conforman el llamado Grupo de Lima no reconocieron los resultados de las elecciones del 20 de mayo en Venezuela, “no reconocemos al presidente que surge de esa elección, y por tanto no vamos a reconocer a Maduro como presidente de Venezuela”.
Según me dicen líderes opositores venezolanos, se espera que al menos 46 países –entre ellos la mayoría de los miembros del Grupo de Lima y los 28 miembros de la Unión Europea– corten o reduzcan drásticamente sus relaciones diplomáticas con Venezuela.
Pero la gran pregunta es si habrá consecuencias prácticas de una decisión formal de muchos países de cortar relaciones diplomáticas con Venezuela. Incluso Colombia y Chile dicen que, aunque anunciarán formalmente la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Venezuela, mantendrán consulados y otras misiones diplomáticas en ese país.
“Será una ruptura sui géneris, porque mantendremos una representación allí”, me dijo un diplomático latinoamericano de alto rango. “Puede que por ahora sea solo un gesto simbólico, pero podría llevar a medidas más fuertes en el futuro”.
Por ejemplo, una decisión oficial de muchos países de desconocer a Maduro como presidente legítimo podría sentar las bases legales para que más tarde reconozcan un “gobierno legítimo” paralelo liderado por la oposición.
Algunos líderes del exilio venezolano están pidiendo a Estados Unidos y otros países para que simultáneamente corten relaciones diplomáticas con Maduro y reconozcan a un gobierno provisional independiente liderado por el presidente de la Asamblea Nacional.
Su argumento es que si Maduro y su vicepresidente ya no serían considerados líderes legítimos una vez que finalice su mandato actual, habría un vacío de poder. Por lo tanto, el próximo en la línea de sucesión sería el presidente de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición.
La Asamblea Nacional de Venezuela fue elegida democráticamente en el 2015 y es la última institución democrática que queda en Venezuela. Maduro la ha despojado de casi todos sus poderes, pero la comunidad internacional podría reconocer al presidente de la Asamblea Nacional como el líder legítimo de Venezuela hasta tanto se convoquen nuevas elecciones, dicen los partidarios de ese plan.
Por ahora, es poco probable que eso ocurra. ¿Cómo justificaríamos tener relaciones diplomáticas con Cuba, que no ha tenido una elección libre en más de cinco décadas, y al mismo tiempo romper relaciones con Venezuela por una elección fraudulenta este año?, preguntan los diplomáticos latinoamericanos.
Mi opinión: por ahora, la decisión de muchos países de desconocer a Maduro como un presidente legítimo será un anuncio mayormente simbólico.
Pero si la oposición sale a las calles en enero a protestar por el nuevo mandato de Maduro y la crisis humanitaria del país, como lo están planeando algunos partidos opositores, las cosas podrían cambiar. Habría una base legal para el paso siguiente: el reconocimiento internacional de un gobierno provisional de oposición.
–Glosado y editado–
Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC