Junto con Trujillo, Chiclayo es una de las ciudades más importantes del norte peruano. Zona conocida como de gran movimiento económico y con una historia rica desde las épocas prehispánicas. Las culturas Sipán, Sicán, Moche y Chimú deslumbran y conmueven al mundo entero. Y donde hay historia, hay cultura y desarrollo. Imagine nomás el sistema hidráulico que tenían estos antiguos peruanos, de sacarse el sombrero.
Ambas ciudades gozaron de la inmensa riqueza azucarera. Mientras Trujillo conservó medianamente su patrimonio urbano, Chiclayo lo fue depredando. El punto de quiebre más reciente fue aquel horroroso y perverso Paseo de las Musas que hizo un alcalde hace una veintena de años y luego, si la memoria no falla, estuvo preso. Viene al recuerdo la quema, en aquella época, del Palacio Municipal, una de las pocas arquitecturas que resumía historia y estilo.
Siempre se dijo de Chiclayo que era la ciudad comercial, mientras Trujillo la agraria y más cortesana. Pero en tiempos de narcotráfico y poca inversión en seguridad ciudadana (no se sabe por qué, plata hay) impera el sicariato, con su escuela ‘ad hoc’ y la delincuencia más feroz unida a la extorsión. El resultado fue la creación de la banda del ‘Viejo Paco’ o La Gran Familia, con sede principal en Chiclayo, pero de gran influencia desde Tumbes hasta Chimbote.
Luego de ocho años en el cargo, el ex alcalde Roberto Torres está tras las rejas junto con su ‘organización’. Se sabrá más adelante desde cuándo expolió las arcas municipales o si tenía vínculos con el narcotráfico y aledaños. La ironía de la historia es que su movimiento se llamó Manos Limpias, lo que nos conecta con el realismo mágico policial.
Y, por supuesto, la historia de amor, real o interesada, está presente en este emblema de la corrupción en el país. ‘La Jefa’, sobrenombre de la ¿enamorada, amante, novia, pareja? del ‘padrino’ Torres, llamada Katiuskha del Castillo, 28 años menor que él, da a este desastre nacional los visos de una alucinante novela, que ojalá lo fuera. Lamentablemente, es una cruel realidad.
La madre de la avezada joven la promueve y fomenta en la actividad delictiva cual abuela de la cándida Eréndira. Katiuskha fue tan astuta como su progenitora y actuó diligentemente. Tanto que junto con su marchito novio lograron levantarle al pueblo chiclayano, en realidad a Lambayeque, 100 millones de dólares, según estimaciones policiales.
A los chiclayanos les debe haber dado burundanga masivamente para no ver lo que estaba ante sus ojos y por tan largo tiempo. La otrora próspera ciudad tenía el desagüe en reparación hace mucho y nada pasaba. Ni una protesta ni un reclamo. Qué pasó con la contraloría durante estos ocho años: cataratas, ceguera, porque nunca vio nada.
El concejo municipal de tan importante ciudad siempre es un buen observatorio para apreciar lo que ahí ocurre. Si el robo vía contratos estuvo bien organizado, se puede pensar en gente poco preparada, sin conocimiento en administración. Pero ver la ciudad hecha un zafarrancho, caótica, desvencijada, es una prueba evidente de que las obras no se concretaban.