Un lector me pregunta si la tildación del adverbio solo ya no es prescriptiva, sino potestativa.
Le informo que es potestativa desde 1959. La RAE decía sobre el particular lo siguiente:
“La palabra solo, en función adverbial, podrá llevar acento ortográfico si con ello se ha de evitar una anfibología.”
¿Qué es una anfibología?
Una anfibología es una ambigüedad, y ésta es la calidad de ambiguo, o sea lo que puede entenderse o interpretarse de varias maneras. Lo ambiguo es lo incierto, lo dudoso, lo poco claro.
Si yo digo: “Estoy solo por las tardes”, esto puede entenderse en dos sentidos: o que yo estoy solamente o únicamente por las tardes, o que por las tardes estoy sin compañía, sin nadie que me acompañe.
En el primer caso, solo es adverbio y en el segundo caso, adjetivo.
Manuel Seco, en su Diccionario de Dudas y Dificultades de la Lengua Española, dice que lo más recomendable es no tildar el adverbio solo, pues la ambigüedad no tiene por qué presentarse nunca, ya que el contexto la resuelve en cada caso.
Sin embargo, el académico Diccionario Panhispánico de Dudas dice que cuando la palabra solo “pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades”.
Actualmente, lo sólito es no tildar el adverbio solo y lo insólito es tildarlo. Yo siempre lo tildo, aunque no haya riesgo de anfibología.
Alberto Dávila
Alberto Dávila, artista trujillano nacido en 1912 y muerto en 1988, fue mi profesor de dibujo en el colegio, cuando yo estaba en tercer año de Media, en 1953. Lo había recomendado el galerista Luis Felipe Tello, que tenía su galería de arte en el Jirón Azángaro, en la sexta cuadra, si no me equivoco.
Dávila fue el primero en noticiarnos, a los muchachos de entonces, de la famosa definición que había dado Maurice Denis (Francia, 1870-1943) de la representación pictórica.
“¿Qué es un cuadro?”, se preguntaba Maurice Denis.
Y decía:
“Un cuadro, digamos la representación de un caballo o de una mujer desnuda, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores distribuidos en un cierto orden.”
Inicialmente, fue consecuente con esta definición y participó en el movimiento contra la dispersión de la forma, que es una característica del impresionismo.
Paradójicamente, su evolución hacia el simbolismo y después su inclinación por la pintura de asunto religioso lo llevaron a valorizar cada vez más el “tema”, contraviniendo así su célebre definición.