El jueves 24 Fernando Berckemeyer publicó en El Comercio “Juguetes del viento somos”, un ensayo en el que propone leer la última escena, la del intento de vacancia del presidente Vizcarra, como un reflejo de la escena que se formó con el cierre del Congreso de setiembre de 2019. La comparación se construye usando dos llaves. En la primera, la imagen del presidente Vizcarra rodeado de los altos mandos del ejército se compara con el fallido intento del congresista Merino de obtener para sí el mismo respaldo, en caso prospere la vacancia. En la segunda, el uso de la cuestión de confianza para pedir la suspensión de la elección de magistrados del Tribunal Constitucional (TC) se compara con el apresuramiento con que se lanzó desde el Congreso actual el pedido de vacancia después de la divulgación de las grabaciones propaladas por el congresista Alarcón.
Fernando acierta en mucho. Fue Vizcarra quien introdujo a los militares en la escena. Lo hizo cuando los llamó a Palacio de Gobierno para conjurar el efecto de la sesión en que el Congreso, presidido entonces por el señor Olaechea, lo suspendía y tomada juramento a la vicepresidenta Araoz como presidenta. La única diferencia entre las dos escenas está en la distancia que marca el que una gestión, la del presidente Vizcarra, haya funcionado y la otra, del congresista Merino, terriblemente montada, no. Pero el éxito o el fracaso de la maniobra no las distancia. El adelgazamiento del tejido institucional se expresa de una manera brutal en la fotografía del presidente reunido con los mandos militares en setiembre de 2019. Eso es indudable.
En la segunda llave Fernando encuentra intolerable que en setiembre de 2019 el entonces primer ministro Del Solar haya convertido la suspensión de las elecciones de magistrados del TC en cuestión de confianza. Al hacer esto el señor Del Solar empleó la cuestión de confianza como algo semejante a un veto. Y en la forma de veto Fernando encuentra un eco monárquico, un exceso. El texto sugiere que ese exceso ha abierto la puerta al uso de la vacancia por incapacidad moral como un pretexto libre que puede llegar a interrumpir el mandato de un presidente de la República por simple acumulación de votos.
No puedo respaldar a Fernando en esta segunda llave. Yo estuve de acuerdo con el uso de la cuestión de confianza para reforzar el pedido de suspensión de las elecciones de magistrados del TC de setiembre de 2019. Creo, al contrario que Fernando, que mientras tengamos un Congreso unicameral, expuesto al atolondramiento impulsivo que muestran los Congresos unicamerales, el gobierno debe tener algunas armas como una cuestión de confianza libre, razonada es cierto, y limitada sin duda por la cantidad de veces en que puede emplearse. No olvidemos por cierto cuan extrema fue la escena en que se empleó: la mayoría del Congreso había boicoteado el referéndum para reinstalar el Senado; jamás entenderé por qué. Las tensiones entre el gobierno y la mayoría se habían incrementado visiblemente. En julio de 2019 el presidente propuso adelantar las elecciones y el Congreso aceleró el proceso de reconformación del TC. El veto (cuestión de confianza) de setiembre de 2019 intentaba sacar al TC de la escena, mantenerlo fuera del campo de batalla.
Entonces la segunda imagen del espejo, desde donde yo lo miro, se habría completado si, obteniendo los votos por la vacancia –jamás los reunieron– el Congreso actual hubiera decidido intempestivamente modificar la composición del TC para defender la vacancia. Entonces el Congreso presidido por el señor Merino habría copiado al Congreso presidido por el señor Olaechea, con una ventaja: el gobierno ya no tiene más cuestiones de confianza que usar como veto al proceso.
¿Habría sido capaz de tanto este Congreso? Ya no tiene sentido considerarlo, porque la escena se evaporó. Se evaporó con el pedido de vacancia.
Enorme paradoja. El caso sobre la definición de la incapacidad moral ya se echó a andar. Pero con el cierre del procedimiento de vacancia el Tribunal Constitucional tiene ahora espacio suficiente para emitir una decisión equilibrada. El caso sobre la incapacidad moral salió de la coyuntura. Las elecciones de magistrados al TC también. Que existan múltiples casos sobre leyes que se pretende inconstitucionales no forma ya una objeción para pedir a este Congreso que se abstenga de hacer la elección. Por el contrario. Tal vez la elección de magistrados del Tribunal pueda ofrecer al gobierno y al Congreso una primera oportunidad para formar un primer acuerdo institucional que nos permita llegar con el escaso equilibrio que aún podamos construir hasta julio de 2021.
La cuestión entonces –Fernando probablemente convenga en ello– estriba ahora en romper el espejo, romper esta tendencia nuestra a mantenernos siempre en el giro inacabable del eterno retorno.
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