María Cecilia  Villegas

Cada día, a nivel global, se celebran 41.000 de niñas menores de 17 años. En los últimos 10 años se han registrado en el 4.357 matrimonios de niñas entre los 10 y los 17 años. Son 436 matrimonios al año, de los que el 98,4% son de niñas con hombres adultos. ¿Cómo Reniec registró un matrimonio entre una niña de 10 años y un hombre adulto cuando la ley lo prohíbe?

Y aquí es probable que el lector de esta columna deje de leer. Porque los peruanos nos informamos exclusivamente sobre aquello que nos interesa y que, creemos, nos afecta directamente. Por eso, uno de los principales problemas que tenemos es la falta de cohesión social. Si la pobreza afecta a más de 9 millones de peruanos y la falta de saneamiento (desagüe) a más de 8 millones, al resto de peruanos les tiene sin cuidado. ¿Qué probabilidades hay de que una niña de los NSE A/B sea obligada a casarse a los 12 años? Ninguna. Y, por ello, a la clase dirigente de nuestro país los problemas estructurales poco les importan.

Déjeme darle más cifras. En el 2022, alrededor de 1.625 niñas (10-14 años) se convirtieron en madres. Cada uno de estos casos es consecuencia de una violación. Solo ese año, el CEM atendió 27.362 casos de violencia sexual; en el 80% de ellos la víctima fue una niña o adolescente.

La ley peruana permite el matrimonio de las niñas desde los 14 años con autorización de los padres. Esta norma atenta contra los derechos de las niñas, ya que es una barrera para que accedan a educación y perpetúa parámetros de inequidad y violencia. Por ello, poner fin a esta práctica es una de las metas de los ODS. Según el Banco Mundial, obligar a las niñas a casarse no solo atenta contra su libertad, sino que mantener el matrimonio infantil frena los esfuerzos del país orientados a reducir la pobreza y lograr el crecimiento económico y la equidad, ya que tiene un costo de miles de millones de dólares para los países en desarrollo.

Las niñas se casan por la presión de padres y familiares, la pobreza y la falta de alternativas. El acceso limitado a una educación de calidad y el hecho de que las familias priorizan la educación de los varones por sobre la de las niñas, así como el embarazo adolescente, contribuyen a perpetuar el matrimonio infantil. De hecho, seis de cada diez niñas peruanas de los Andes no terminan el colegio.

Esta semana, mientras se discutía un proyecto de ley para poner fin al matrimonio infantil, el congresista José Balcázar (Perú Libre) sostuvo que “existe evidencia científica” de los “beneficios” de las relaciones sexuales de adolescentes con hombres adultos. Según él, “la medicina legal ha confirmado que las relaciones sexuales tempranas ayudan al desarrollo psicológico de la mujer”. La evidencia, en realidad, demuestra que una niña o adolescente no está física ni emocionalmente preparada para enfrentar el embarazo, el parto ni la maternidad. Por ello, la mortalidad materna en adolescentes es mucho más alta que en cualquier otro grupo etario. El Perú es uno de los 25 países en el mundo donde más matrimonios de niñas ocurren.

Las normas sociales de género vigentes normalizan la violencia contra las niñas y las adolescentes. La violación sexual es normalizada con la excusa de que en comunidades nativas y campesinas tener sexo con niñas y casarse a temprana edad es habitual. Es cultural, dicen los médicos que atienden a las niñas madres, como si fuese aceptable ser violada a los ocho años por el tío, primo o hermano. Como dato adicional: la primera experiencia sexual del 24% de las rurales peruanas ha sido forzada.

Es a finales de los 90 que se modifica el Código Penal peruano, que hasta entonces establecía que la acción penal contra un violador se extinguía –es decir, quedaba sin efecto– si el acusado de violación contraía matrimonio con su víctima. Aun hoy, los peruanos siguen creyendo que la violencia contra la mujer –en cualquiera de sus formas– pertenece al ámbito privado, que es de mal gusto hablar de esta y que son cosas de mujeres de estratos socioeconómicos bajos, como si ellas no tuviesen derechos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


Maria Cecilia Villegas CEO de Capitalismo Consciente Perú

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