El debate acerca de si las farmacias deben vender alimentos envasados no perecederos nos lleva a uno mucho más amplio. ¿Deberían poder vender medicinas las tiendas, autoservicios y supermercados?
Tras el reciente fallo de Indecopi que indicó que es una barrera burocrática prohibir la venta de alimentos envasados en las farmacias, la Asociación Nacional de Cadenas de Boticas señaló que, en las principales farmacias de países de la región, así como en Europa y Norteamérica, se venden productos envasados, siempre asegurando la integridad y no contaminación de los medicamentos.
Pero el argumento también va en sentido contrario. En otros países como Estados Unidos, Brasil, Portugal, Italia, Reino Unido, etc., las tiendas venden medicinas. Hay una sección, idéntica a la de los alimentos y bebidas, solo que ubicada en otro estante o pasillo, donde se ofrecen medicamentos de venta sin receta médica, y un espacio con acceso restringido, donde te atiende personal especializado para vender productos de venta con receta médica.
Esto mismo podría implementarse acá. Para la venta con receta médica nada cambiaría: habría que implementar un espacio restringido y con personal especializado dentro de aquellas tiendas que tengan espacio. El gran cambio se daría en la venta de medicamentos sin receta médica, que pasarían de ser vendidos por un grupo muy reducido de establecimientos a poder ser vendidos por cualquiera que tenga condiciones para un adecuado almacenamiento y distribución. Una propuesta también hecha en Chile (Fiscalía Nacional Económica de Chile, 2019).
En el Perú, nos la pasamos afirmando que las cadenas de farmacias tienen mucho poder de mercado, pero nos olvidamos de que el poder que tienen en parte reside en que legalmente solo pueden competir con otras farmacias y boticas, y no con cualquier tienda que cumpla con los estándares necesarios. Necesitamos ampliar el acceso para productos de frecuente uso para afecciones leves y bajo riesgo sanitario.
Se podrá contraargumentar que la venta en tiendas va a generar automedicación, que se necesita atención especializada para comprar un producto médico y que hay riesgo de contaminación cruzada de los medicamentos con los alimentos (Centro Nacional de Documentación e Información de Medicamentos, 2013).
Sobre la automedicación, tengamos en cuenta que esta es connatural al consumo de productos sin receta médica. Se trata de un riesgo que no depende de quién nos venda los medicamentos, sino de si los usamos acorde con las dosis y tiempos descritos en el empaque e inserto. Se trata de adoptar un consumo responsable, como ocurre con otros productos asociados a riesgos para la salud. También se le llama automedicación responsable (Ramírez Puerta, 2006; Calla, 2018).
Luego, es difícil sostener que para este tipo de productos siempre se requiere una atención especializada. Cuando uno los adquiere presencialmente, muchas veces nos atienden dependientes sin preparación alguna. Algo que se hace aún más evidente cuando los adquirimos a través de Rappi o Pedidos Ya.
En todo caso, si se considera que los químicos farmacéuticos son indispensables para la venta de estos productos, lo que no ocurre en otros países, bastaría con que las tiendas contraten a uno de estos profesionales, para que absuelva eventuales dudas sobre reacciones adversas, interacciones o incompatibilidades con medicamentos, alimentos y bebidas.
Por último, se argumenta que podría haber un riesgo de contaminación cruzada, imaginando que habrá pastillas sueltas al lado de pollos frescos (¡plop!). Estamos hablando de alimentos y medicinas envasados que vienen en empaques cerrados y que se almacenan y venden siguiendo buenas prácticas. Algo que naturalmente deberá ser fiscalizado.
Abramos el mercado para productos de venta sin receta médica. La competencia nos traerá menores precios.