Ha conseguido lo que dos de los mejores alcaldes que ha tenido Lima, Luis Bedoya Reyes y Alberto Andrade Carmona, no pudieron: ser elegido por tercera vez. Y con una votación plebiscitaria (alrededor del 50% de los votos emitidos). El mandato de los limeños ha sido contundente. Pero Luis Castañeda Lossio cometería un grosero error si cree que tres ‘by-pass’ y cien escaleras –aderezados por un socarrón je,je,je– lo pondrán a la altura de esta nueva oportunidad que le da la historia.
La obra física es importante, más aun en una ciudad dispersa y desconectada (Richard Webb dixit), en la que conviven abismales diferencias. No hay que caminar muchas cuadras para encontrar agua en abundancia, hasta desperdiciada, y un poco más allá, decenas de familias pobres pugnando por llenar un barril al exorbitante precio impuesto por los camiones-cisterna.
Lima necesita escaleras, puentes, viaductos, parques, espacios de recreo, muros de contención y asfalto para sus maltrechas pistas. El listado puede ser infinito. El año pasado, el entonces presidente de Ositran, Juan Carlos Zevallos, calculó que solo para los Juegos Panamericanos 2019 se requiere una inversión de unos 20 mil millones de dólares.
Sin embargo, lo que la ciudad requiere antes que nada son reformas, en otras palabras, cambiar las maneras de hacer ciertas cosas, prestar ciertos servicios. Impulsarlas implica riesgos, demasiados para los políticos con visión de corto plazo, porque requieren modificar costumbres enraizadas y generan, al menos en lo inmediato, crítica y rechazo, por lo general furibundo.
Castañeda no hizo intento alguno de reforma durante sus dos primeras gestiones. Dejó La Parada intacta y en el Mercado de Santa Anita casi no movió un dedo. Mantuvo al desenfreno a cargo de las calles de Lima. El desastre del transporte público y privado que sufrimos hoy se debe, en parte, a su negativa de comprarse ese pleito durante sus ocho años de gestión. ¿El Metropolitano? Apenas fue un paliativo, una aspirina para acabar con un tumor.
Sería irresponsable si, nuevamente, le huye al toro. ¿El corredor azul tiene fallas? Sí, el espacio resultaría corto para mencionarlas, pero ello no implica desandar lo avanzado. La ciudad no puede seguir manejada por la ‘china’ y las empresas cascarón. Urge establecer un sistema de transporte civilizado, predecible, formal. El modelo Orión debe terminar.
Lo mismo en seguridad ciudadana. Aunque el papel de la policía es preponderante, mirar de costado mientras los raqueteros y sicarios ganan terreno sería demencial. El municipio debe trabajar de la mano con el comando policial y colaborar no solo con serenos y cámaras de seguridad, también en la logística y prevención.
Que no olvide el alcalde electo que gran parte de su caudal electoral se nutrió del antivoto hacia la señora Villarán. Hoy la gente es más impaciente –llámele volátil si quiere– y tiene más instrumentos a la mano para hacer sentir su desazón.
El 50% de votos es una mochila grande que implica un colosal, y delicado, compromiso. Merézcaselo, señor Castañeda. Honre a la ciudad que confió en usted.