El solo hecho de ver su rostro suspendido es una invitación hacia el mundo del nunca jamás. Parece un Peter Pan perdido en un universo flotante, un pibe que nunca salió del reino lúdico de la infancia y de los marcos que definen esa necesidad de todos nosotros por las realidades paralelas. La luz en su rostro de niño herido despide un aura de soledad en un cuerpo pequeño y de pocas palabras. Solo sabemos que se casó con su novia de Rosario, que tiene tres hijos y que no soporta perder un partido. Nunca ha protagonizado escándalos ni rumores. Es un beato silencioso de su propia religión que ahora quiere cambiar de orden.
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