“Por encima de la ley está la autoridad moral y la autoridad política del presidente”. Andrés Manuel López Obrador, el mandatario mexicano, no pudo ser más claro y sacó su versión parafraseada de “El Estado soy yo”. Pero AMLO no es el rey Luis XIV, es el jefe de Estado de una democracia que cada vez está más comprometida y que gira en torno a sus decisiones.
López Obrador se precia de ser uno de los presidentes más populares del mundo. Y, sí, lo es. Pero eso no significa que él pueda sentirse por encima de las normas, como dijo la semana pasada. Y lo ocurrido con la periodista de “The New York Times” no ha sido solo una afrenta a la ley, sino un despliegue de cinismo y piconería.
En su mañanera del jueves 22 de febrero, el presidente de México divulgó la carta que le había enviado la periodista Natalie Kitroeff, quien le solicitaba su opinión para un artículo que preparaba sobre una investigación que se había hecho en Estados Unidos de una presunta entrega de dinero del crimen organizado para financiar su campaña presidencial del 2018.
AMLO mostró la carta completa, incluyendo el teléfono personal de la reportera, dejando atónitos a todos los presentes. En un país donde ser periodista significa jugarse la vida, la actitud del presidente no solo fue condenable, sino que violó directamente la Ley General de Protección de Datos Personales, algo que, por supuesto, no le preocupa al mandatario, que volvió a mostrar el documento al día siguiente y decir que no estaba cometiendo ningún error.
Para el presidente, se trata de calumnias deslizar la posibilidad de que él, su familia o sus allegados tengan vínculos con el narcotráfico. Y, efectivamente, está en su derecho a replicar y criticar una información que considera falsa. Pero vulnerar los datos personales de una persona es de otro nivel.
“Los medios de desinformación se sienten como una casta divina, privilegiada. Ustedes pueden calumniar impunemente y uno no los puede tocar”, se quejó AMLO, reafirmando la ríspida relación que ha tenido con la prensa desde que inició su mandato. Pese a sus conferencias diarias, al presidente no le gusta que lo contradigan. De hecho, tiene un segmento en sus mañaneras en las que destapa las que considera ‘fake news’ y avergüenza a los reporteros que escribieron algo que no se ajustaba a su verdad.
Más de un centenar de periodistas mexicanos ya firmaron una carta para quejarse del hostigamiento del mandatario y recordaron que el año pasado fueron asesinados cinco hombres de prensa. Como dato adicional, a fines de enero los datos personales de más de 300 periodistas que están acreditados para cubrir su conferencia matutina fueron filtrados en Internet. ¿La seguridad de ellos tampoco vale?