Urpi Torrado

Entender la ciencia detrás de las ayuda a la confianza y la credibilidad hacia las mismas. El discurso de algunos políticos se ha ido extendiendo y el argumento de “a mí no me han encuestado” ha ganado terreno. Cuestionamientos que pretenden ser más elaborados señalan: “cómo con mil encuestas van a representar la opinión de más de 30 millones de peruanos”. Ambas frases denotan ignorancia y en el fondo lo que buscan es desconocer los resultados, matar al mensajero en lugar de escuchar el mensaje cuando este no les favorece.

Partamos de qué es una muestra. Una muestra es la selección de una cantidad de personas que nos permite saber lo que piensa la población o el sector que queremos representar. Al igual que cuando preparamos una sopa, no necesitamos tomar toda la sopa para saber si está salada o no; con una cucharada basta. No necesitamos hacer un censo para conocer la opinión de la ciudadanía.

Por ello, el primer paso es la definición del tamaño de la muestra. Las encuestas nacionales en el Perú se suelen hacer con 1.200 casos; si es poco o mucho, es relativo. En Estados Unidos, un país que tiene diez veces más habitantes que el Perú, se suele utilizar el mismo tamaño de muestra. Lo que define el tamaño de la muestra es el margen de error que se está dispuesto a tolerar y es a partir de ahí que se aplica la fórmula para calcular la cantidad de encuestas.

Las encuestas son una foto de la realidad, una foto borrosa pues tiene margen de error, que no es más que una medida de exactitud. Cada vez que veamos los resultados de una encuesta, debemos recordar que los resultados no son exactos, pues dicho porcentaje se encuentra en un rango (+/- el margen de error). Además de la exactitud, debemos definir el nivel de confianza; es decir, qué tan seguros estamos de que el resultado está en ese rango. Las encuestas nacionales en el Perú suelen trabajar con un margen de error de +/- 3 puntos para un nivel de confianza del 95%.

Definido el margen de error y el nivel de confianza, se calcula el tamaño de la muestra y, con ello, viene el trabajo más complicado, el . Para que dicha encuesta sea representativa, la muestra debe ser aleatoria; es decir, se debe realizar un sorteo para seleccionar a quienes deberían responder.

Hay muchas formas de seleccionar la muestra. Normalmente, el muestreo se hace en varias etapas, pues primero se distribuye la muestra en base al tamaño de la población. En otras palabras, si Arequipa representa el 5% de la población del país, se le asigna el 5% de la muestra. El siguiente paso es hacer lo mismo dentro de cada región, provincia y distrito. En cada distrito se sortean zonas censales, en las que se seleccionan aleatoriamente las viviendas. Finalmente, cuando se tiene la vivienda sorteada, se aplica un método (próximo cumpleaños, kish u otro) para elegir a la persona por entrevistar. Si bien esta no es la única forma de muestreo, lo importante es entender la ciencia y, por ende, el trabajo que hay detrás, pues esta aleatoriedad (principio estadístico cuyo objetivo es que toda la población tenga las mismas posibilidades de ser elegida) y la dispersión (para registrar la variabilidad de las respuestas y evitar la concentración de las mismas en una zona del país, un grupo etario o un nivel socioeconómico) se traducen en representatividad.

Entender estos conceptos puede ser de gran ayuda al revisar los resultados de una encuesta. Son parte de la ficha técnica. No se trata de desconocer los resultados ni de hacer lo que dicen las encuestas, sino de tener una mejor lectura de lo que está pasando y así tomar decisiones que contribuyan al bienestar del país.




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Urpi Torrado es CEO de Datum Internacional