Bettina Woll

En todos los territorios del país y a todos los niveles de gobierno, el Perú ha vivido, tradicionalmente, una situación de exclusión de las en participación . Tanto a nivel del Gobierno Central como en los gobiernos regionales, encontramos que las desigualdades de género y brechas que enfrentan las mujeres para su desarrollo condicionan barreras para su participación. Durante los últimos seis procesos electorales, que abarcan el período del 2002 al 2021, solamente seis mujeres fueron electas gobernadoras regionales, frente a 144 hombres que se eligieron para el mismo cargo. En el caso de vicegobernadoras, el porcentaje de mujeres electas no superó el 20%, y se llegó a la cifra más baja (8%) en el 2010.

Mecanismos como la aprobación de la ley de paridad y alternancia en el 2021 ya han traído consigo un cambio tangible: en todos los niveles de gobierno se han alcanzado números históricos de candidaturas y mujeres elegidas para cargos de representación. Durante las elecciones regionales y municipales del 2022, las candidaturas de mujeres a gobernadoras representaron el 28,5% del total, mientras que aquellas que postularon a vicegobernadoras fueron el 70,3% del total. En comparación, durante el mismo proceso en el 2018, estos porcentajes fueron del 7,7% y 27,1%, respectivamente. Esto se ha traducido en un mayor número de mujeres elegidas en cargos de decisión y a partir de estas candidaturas.

Pero la empinada cuesta arriba no aminora cuando se llega a ocupar un lugar en la mesa. De acuerdo con la última medición del Índice de Normas Sociales de Género del PNUD, más de la mitad de la población mundial todavía considera que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. Para ellas, la lucha política empieza luego de la elección.

Muchas veces, para el ejercicio pleno de su función política, las mujeres se ven obligadas a demostrar que tienen la capacidad de ejercer cargos de liderazgo al mismo nivel que los hombres. Los roles y estereotipos de género que se manejan en la sociedad, como la idea, aún arraigada, de que la mujer se tiene que dedicar a los espacios privados como el hogar, la crianza y el trabajo de cuidado, son incompatibles con la imagen de una mujer en un cargo político. Por eso, muchas mujeres no solo tienen dificultades para entrar, sino también para mantenerse en política, ya sea por una repartición desigual de las responsabilidades o por la marginalización desde sus organizaciones políticas. En los primeros cinco meses del año, se han registrado hasta tres casos de amenazas y sanciones de inhabilitación contra vicegobernadoras en el país. Parte de los desafíos de ser una mujer en un cargo de liderazgo es tener que demostrar tu valor constantemente.

La violencia basada en género es, además, un patrón que se repite y está presente también en las vidas de las mujeres en política. Las mujeres enfrentan acoso político inclusive tan pronto presentan sus candidaturas. De hecho, durante las elecciones regionales y municipales del 2022, de acuerdo con información del Jurado Nacional de Elecciones, el 70% de las candidatas a cargos ejecutivos (gobernatura regional y alcaldías) reportó que fue víctima de acoso, y las formas más recurrentes fueron la violencia psicológica, persecución, amenazas y presiones. Esto, a pesar de la existencia de una ley de prevención y sanción del acoso de las mujeres en la vida política.

Pero, más allá de los espacios institucionales, las mujeres que ocupan cargos de liderazgo están enfrentando acoso y violencia en espacios digitales. Las mujeres políticas han sido víctimas de discursos violentos, que se van fortaleciendo en intensidad y virulencia conforme se profundiza la polarización en el país. En el 74% de los casos, se usaron expectativas o estereotipos de género para criticar las formas en las que estas mujeres están ejerciendo sus liderazgos. Se emplearon, además, calificativos e insultos relacionados con la capacidad intelectual y la salud mental de las mujeres, reforzando los estereotipos que se usan a menudo para justificar su exclusión de la política: que son muy emocionales, irracionales, impulsivas e impetuosas.

En el contexto actual, nos enfrentamos a una profunda crisis de representatividad en todos los niveles de gobierno. A lo largo del país, la desconfianza señala que las personas no sienten que sus líderes las representen. La nueva generación de gobernadoras y vicegobernadoras que encontramos hoy tiene la oportunidad y responsabilidad de recuperar la confianza de la población, representando a sectores excluidos tradicionalmente, escuchando sus voces para articular su región y que simbolicen una representación real. Estas mujeres pueden tejer una nueva narrativa de lo que es el poder local y regional.

Hemos saltado una valla, pero la carrera continúa. Para ayudar en este camino, debemos impulsar redes de apoyo que fortalezcan las capacidades de liderazgo de estas mujeres. Que no se encuentren solas, sino que puedan apoyarse en comunidades locales, regionales y nacionales para fortalecer su gestión, hacia la construcción de una participación plena en política, más allá de ser vistas como si solo ocuparan un espacio por ley. Por eso, desde el PNUD hemos impulsado el Encuentro Nacional de Gobernadoras y Vicegobernadoras, junto a la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales, para crear oportunidades y espacios de articulación donde mujeres se inspiraron en sus experiencias compartidas y así poder avanzar en políticas públicas que generen mayor igualdad e inclusión, y construyan realidades en las que no se queden atrás.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


Bettina Woll es representante residente del PNUD en el Perú

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