Algunos mirarán las cifras del 2022 y sentirán una mezcla de alivio y asombro. Pese a la inestabilidad política, el PBI avanzará casi 3%, la inflación es más baja que en otros países de la región y el sol es una de las pocas monedas del mundo que se ha fortalecido frente al dólar.
Es indudable que en materia macroeconómica la economía peruana tiene una solidez sorprendente. Sin embargo, no deberíamos contentarnos con mirar cómo resiste los golpes, sino fijarnos en las rajaduras antes de que se conviertan en grietas que no podamos reparar.
Para el sector privado ha sido un año perdido. Las expectativas del sector empresarial durante el 2022 se hundieron a niveles de pesimismo similares a los registrados tras la elección de Pedro Castillo y en los últimos meses anotaban sus peores resultados desde el comienzo de la pandemia. Habrá que ver si se recuperan tras el cambio de gobierno, pero el futuro es, claramente, incierto.
La inversión privada no crecerá este año y para el próximo el BCR calcula que avanzará tan solo 1%. En el sector minero, la producción ha sido golpeada por los conflictos sociales que impidieron que proyectos como Las Bambas en Apurímac y Cuajone en Moquegua puedan operar de manera continua.
Los conflictos, cuya solución tampoco se ve en el horizonte, no solo afectan los resultados del sector, sino que también ahuyentan a los interesados en poner en valor otros yacimientos, condenando a la inversión minera a seguir cayendo tras el inicio de la producción de Quellaveco.
El consumo privado se mantuvo fuerte en buena parte del año, principalmente, debido al acceso de los peruanos a fuentes de liquidez como los fondos de pensiones, la CTS y los bonos. Sin embargo, el empleo adecuado, de calidad, aún no recupera los niveles prepandemia. Ante la falta de oportunidades laborales, los peruanos sabemos cómo sobrevivir y nos inventamos fuentes de ingresos a través del autoempleo, pero hay mucho por hacer para lograr que más peruanos puedan acceder a puestos que les aseguren los ingresos para cubrir sus gastos.
En materia de inversión pública, el 2022 también ha sido para llorar. Si no fuera por el impulso de los gobiernos regionales y locales, se habría ejecutado muy poco de lo presupuestado.
Aún no tenemos claro cuáles serán las consecuencias del abandono del sector para la producción agrícola, pero el futuro de esta campaña no pinta bien.
Tal vez lo más preocupante es lo que acaba de reconocer el ministro de Economía y Finanzas: en el 2022 no hemos logrado reducir la pobreza debido al alza de los precios y al insuficiente crecimiento económico. Algo imperdonable en un país en el que más de 8 millones no tienen suficientes ingresos para cubrir el costo de la canasta familiar.
Este año hay muy poco que festejar. Y el próximo tendremos vientos en contra desde el exterior, con la posibilidad de que nuestros socios comerciales entren en recesión.
Dejemos de contentarnos con una economía resistente a los golpes y busquemos impulsar un crecimiento económico suficiente para que más peruanos accedan a un empleo de calidad y podamos reducir la pobreza.