(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Bullard

Cuando estudié Derecho, todo era distinto. El conocimiento se transmitía a los alumnos a través de clases, entendiendo por clase un pequeña charla en el que el profesor transmitía información teórica. Era teoría dura, abstracta, llena de conceptos y supraconceptos. 

Con suerte el profesor practicaba el llamado método activo: hacía preguntas y discutía casos con los alumnos. El método fue introducido visionariamente en el Perú por Jorge Avendaño. Pero igual, aunque mucho mejor, era limitado. No replicaba el verdadero ejercicio profesional para el cual uno se estaba preparando. La palabra ‘cliente’ (aquel para el que nos preparamos por años) no se escucha casi nunca. 

El Derecho es visto como un “producto de gabinete”. En el aula no había nada más real que pizarrones y carpetas. Lo demás eran formas de teoría abstracta y con poca utilidad práctica. Los abogados son entrenados en “esgrima conceptual”. 

Si usted no es abogado, ¿sabe lo que es la causa del acto jurídico? o ¿ha escuchado hablar del sinalagma funcional? Curiosamente son cosas que pasan por su vida todos los días cuando compra arroz en la bodega o alquila una casa. Usted crea esos contratos sin saber qué significan esos conceptos. No necesita saberlo. Y siéntase tranquilo: la mayoría de abogados tampoco saben bien de qué le están hablando. 

A veces creo que los abogados, como los médicos, crean términos que nadie entiende para mantener un monopolio del lenguaje que les permita cobrar más por lo que hacen. Cuando más difícil de entender sean, más impresionaran a sus clientes. 

Pero el Derecho es mucho más que conocer la ley y los conceptos abstractos que la rodean. El Derecho es para ejercer la abogacía. Uno sale de la universidad lanzado, literalmente, a un pantano agreste, lleno de problemas prácticos para los cuales nadie lo ha preparado. Usted tendrá que diseñar estrategias, redactar agudos escritos, preparar contratos o alegar oralmente ante un juez o un árbitro. Pero nadie le ha enseñado a hacer ninguna de esas cosas. 

La poca empatía hacia los abogados, vistos como seres ambiciosos, complejos y traidores, tiene mucho que ver con eso. La gente no sabe bien en qué gasta su dinero cuando contrata a un abogado

Pero desde hace unos pocos años eso está cambiando. Un ejemplo son las llamadas competencias de Moot. ¿Qué son? Simulaciones de situaciones reales en las que los alumnos compiten por ganar un campeonato. Por ejemplo, se simula un arbitraje. Allí uno tiene que defender a clientes hipotéticos, usualmente en las dos situaciones (una vez como demandante, la siguiente como demandado) en un caso complejo. Hay que diseñar una estrategia en el caso, redactar los escritos de defensa y, finalmente, sustentar oralmente la posición de su “cliente” ante árbitros de verdad, en una audiencia ficticia. Cada audiencia es como un partido de fútbol, en el que el ganador va pasando a las etapas siguientes, como si estuviera jugando la Champions. 

Los Moots están teniendo un impacto importante en la educación legal. Ya hay cursos sobre Moots en las facultades de Derecho. Los profesores no son solo abogados, sino directores de teatro ayudando a los alumnos a expresarse mejor y armar una mejor defensa. Y el entrenamiento se apoya con psicología de persuasión, técnicas de manejo de discurso y ‘storytelling’. 

Los resultados se están viendo y muestran la calidad de las facultades de Derecho peruanas. Por ejemplo, en el Moot Madrid, organizado por la Universidad Carlos III de España y la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil, uno de los Moots más importantes en español, hace 6 años una universidad peruana fue la primera latinoamericana en llegar a una final, hasta entonces acaparada por universidades europeas. Desde aquel día, y durante cinco años seguidos, siempre ha habido una universidad peruana en la final (Pontificia Universidad Católica, Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas o la Universidad San Pablo de Arequipa) y las peruanas han campeonado cinco años seguidos. Sorprendentemente, la última final fue entre dos universidades peruanas. 

Nunca he visto crecimiento equiparable en la capacidad profesional y académica de los alumnos como aquella de la que he sido testigo en un Moot. Y es que tenemos que priorizar lo que se debe priorizar: capacidad para enfrentar situaciones reales y no para pasearse por el paraíso de los conceptos jurídicos, llenos de fantasmas de juristas ya fallecidos.