(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Fernando de Trazegnies

Diciembre es un mes apto para reflexionar sobre lo que estuvo bien y mal durante el año transcurrido. Estamos terminando el 2017 y dándole cabida a un 2018 que se presenta en forma complicada. En esta oportunidad, fundamentalmente, reflexionaremos sobre la , que es el gran hito del mes.

En primer lugar, tropezamos con interrogantes sobre la fecha. ¿Por qué el cristianismo festeja el nacimiento de Cristo de manera muy precisa el 25 de diciembre, cuando no existe testimonio alguno en ninguno de los documentos antiguos sobre la fecha de la Navidad de Jesús? Hay un tratado incógnito, aparentemente de la época, en el cual se dice que Jesús fue concebido el 25 de marzo; lo que daría lugar a que el nacimiento se produjera el 25 de diciembre. Sin embargo, no existe ninguna prueba en tal sentido.

También se ha dicho que en esos días se celebraban en Roma las fiestas de Saturno y que entonces no había guerras y se intercambiaban regalos. Es interesante señalar que también en el Perú incaico se festejaba una fecha que tenía lugar en diciembre en la que se celebraba el Cápac Raymi o renacimiento del sol.

No obstante, debe tenerse en cuenta que, mientras el festejo en el Perú tenía lugar porque el sol reaparecía en verano, en Italia era exactamente lo contrario. Durante el fin de diciembre, el sol desaparecía debido al crudo invierno. Así, si vamos a hacer comparaciones, la Navidad fijada el 25 de diciembre tendría más similitud con el Inti Raymi peruano del mes de junio, cuando comienza el invierno en el Perú.

La Navidad en el Perú presenta una perspectiva dudosa. En este día dedicado a Dios, lo que priman son las festividades familiares, disfrutando apetitosas cenas y un intercambio intenso de regalos. Es verdad que muchas personas van a la Misa de Navidad la noche del 25. Pero cada vez más esto va quedando fuera de lugar; y tanto cristianos como no cristianos disfrutan por igual de una animada noche.

Por otra parte, el desarrollo del “mundo del regalo” transforma al país en una gran feria en la que se venden todo tipo de cosas. Lo que en un principio eran solamente regalos simpáticos para los niños de la casa, se fue transformando en regalos bastante más costosos para todos en el hogar. Y luego los obsequios fueron incentivados por las empresas que fabrican regalos “adecuados” para toda la parentela del cliente.

Recuerdo cuando era niño, como otros de mi edad, que a nuestro regreso de la Misa de Gallo (único día en el que estábamos autorizados para mantenernos despiertos hasta bastante tarde) hacíamos el esfuerzo de no dormir para ver quién nos ponía los regalos sobre la cama. Por regla general, nos ganaba el sueño. Pero al día siguiente, el entusiasmo rebalsaba la casa. De todas formas, teníamos prohibido abrir los paquetes hasta que todos estuviéramos juntos, antes de almorzar.

Actualmente, lo que llama la atención es la manera como esta fiesta inicialmente religiosa se ha convertido en una feria de regalos para niños… y grandes. Lamentablemente, Santa Claus y Papá Noel son los grandes empresarios del momento. Estos dos personajes deberían ser encargados de entregar libros, juguetes, etc. a los hijos de familias que no pueden alcanzar las ventajas de la Navidad debido a su pobreza.

Santa Claus, de origen turco, lleva ese nombre como forma desvirtuada del suyo propio: obispo San Nicolás. Vivió en el siglo IV y fue muy famoso por su gran sentido de caridad hacia los pobres, que se traducía en un permanente intento de recoger bienes para entregarlos como regalos a ellos. Y así lo hizo. Fue también el patrono de los marineros luego de salvar a un grupo de marinos de una tempestad aparentemente sin salida. Todo ello llevó a que la Iglesia lo nombrara santo.

En Europa, este mismo personaje –tan destacado históricamente y tan poco conocido más allá de lo superficial– recibe el nombre de Papá Noel. Ese nombre también ha sido adoptado en el Perú y en otros países latinoamericanos. El desarrollo de su presencia navideña no ha sido tan antiguo en los países europeos: Inglaterra recién adoptó la tradición en el siglo XIX, como una contribución de Estados Unidos.

Sin embargo, existe la tendencia a pensar que su presencia debe ser excluida de la Navidad porque ha sido convertido en un producto comercial o, más propiamente, un producto del mercado, entendido en su peor sentido. En realidad, puede haber muchas perspectivas por considerar; pero todo ello no excluye el sentido de bienestar y de simpatía que encontramos por todas partes en diciembre, gracias al obispo San Nicolás, y la necesidad de su presencia entre las personas y familias más humildes.

No hay que olvidarse de quienes no tienen dinero para comprar juguetes a sus hijos.