Me parecen deplorables las ofensas que algunos han lanzado contra el y , secretario técnico del Acuerdo Nacional. Ambos respetables y bien intencionados. Son personas con las que se puede discrepar, pero que merecen el máximo respeto por tratar de encontrar salidas para “un país en cuidados intensivos”, como acertadamente nos ha calificado el primero de los nombrados.

Sin embargo, me temo que sus esfuerzos serán infructuosos. La principal razón es porque es Pedro Castillo y no puede dejar de serlo.

He usado , pero me parece que la situación justifica repetirla: cuando Mao Zedong (tan admirado por una facción del Gobierno) predicaba a los campesinos las leyes de la dialéctica, para explicar aquella en la que el cambio no es en cantidad, sino en calidad, usaba esta metáfora: si una gallina empolla un huevo durante 21 días, saldrá un pollo; si, en cambio, incuba una piedra por el mismo período, se levantará y encontrará la misma piedra.

Creo que el acertijo del pollo, aquel que fue tan decidor de la claridad conceptual de quien nos gobierna, ha sido ya resuelto por otros: muerto o vivo, está carísimo. Añado que el profesor nunca será pollo.

Múltiples razones me llevan a pensar de ese modo.

Para empezar, ¿qué pasaría con sus alianzas bajo la mesa con las que presuntamente, vía cuotas de ministros en el Gabinete desde los que se garantizan puestos de favor y cosas más oscuras, ha conseguido los votos que en el Congreso le garantizan su estabilidad laboral?

¿Aceptaría , sin quitarle su apoyo, que les “renuncien” a sus dos ministros para poner en su reemplazo a personas independientes, técnicamente competentes, sensatas y honestas? Los insultos que este le espetó a Barreto hace unos días en Twitter son respuesta suficiente.

¿Aun así Castillo se sacrificaría por el bien del Perú? A monseñor Barreto se lo ha asegurado. Eso sí, precisando que “está en sus manos anunciar el cambio radical cuando lo crea conveniente”.

Con la velocidad que le conocemos para tomar decisiones (y casi siempre equivocarse al hacerlo), estamos ante una perspectiva muy brumosa. ¿Sería esta semana? ¿En abril? ¿En mayo? ¿En Fiestas Patrias?

Entre tanto, el país está en una situación de desgobierno nunca vista y las crisis se multiplican. En el agro, según el presidente de Conveagro, Clímaco Cárdenas, “en los próximos tres y seis meses la producción nacional de alimentos caerá en un 40% –aproximadamente– cuando empiece la campaña de cosecha, debido a la falta de fertilizantes. No hay fertilizantes y lo que hay vale 410% más que el precio normal, pero no hay”.

Solo por mencionar otro ámbito decisivo: la minería nunca visto. Más de 50 días sin agua sufren los trabajadores de Cuajone (que a su vez está paralizada), por lo que desesperados anuncian que buscarán justicia por mano propia. MMG Las Bambas ha vuelto a parar sus operaciones, debido a que sus instalaciones han sido invadidas por comuneros de Fuerabamba (los que probablemente sean las personas que más se han beneficiado en el Perú por la cercanía a una mina). En el mismo corredor minero, una nueva huelga indefinida se ha desatado en Antapacay, el sexto productor de cobre.

Agréguense varios etcéteras en múltiples ámbitos del quehacer nacional.

Entre tanto, Castillo se aboca a la demagogia, subiéndose a la indignación ciudadana por lo hecho por un monstruo contra una niña de tres años. Pecha al Congreso para que apruebe de inmediato la castración química, que suena a mucho, pero que en realidad es nada, como han explicado los especialistas.

Y todo esto con un Gabinete desahuciado, como nos ha informado el monseñor Barreto. Todos los que componen el actual están paralizados y en la larga espera de saber si se quedan.

Sumémosle que los crecientes indicios de corrupción a nivel presidencial ya son suficientes para inhibir a los mejores a integrar el soñado Gabinete. Bueno –se podría argumentar–, no estamos para exquisiteces, que vengan los menos malos, que ya es mucho avanzar.

Asumamos que todas las objeciones planteadas a la viabilidad de la transformación de Castillo son rebatidas por la realidad y un Gabinete bastante menos malo asumiese la conducción del país mientras él acepta ser casi una figura decorativa.

¿Qué pasaría con los graves casos de corrupción a los que el presidente está cada vez más encadenado y en los que cada semana que transcurre se descubren nuevas y demoledoras evidencias? ¿Se quedaría Pedro Castillo sin hacer nada, viendo pasar el tiempo y asistiendo a inauguraciones por toda función, sabiendo que los procesos en marcha lo van a llevar muy probablemente a la cárcel?

No estamos solamente ante una notoria incapacidad, graves errores, malas influencias y pésima asesoría, sino frente a un esquema de corrupción montado al más alto nivel.

Quienes aceptasen mirar al costado (como lo han hecho los miembros de este Gabinete que agoniza y de los anteriores) serían cómplices de ella; y, en consecuencia, dejarían de ser las figuras honestas que el país requiere.

Carlos Basombrío Iglesias es analista político y experto en temas de seguridad