El ministro de Economía, Waldo Mendoza, ha criticado al Congreso de la República, por proponer un tope a las tasas de interés. Lo ha hecho, sin embargo, con una alternativa tan mala o peor que la de los congresistas.
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El ministro de Economía, Waldo Mendoza, ha criticado al Congreso de la República, por proponer un tope a las tasas de interés. Lo ha hecho, sin embargo, con una alternativa tan mala o peor que la de los congresistas.
“Los bancos, ha dicho, algo deberían ceder, voluntariamente, para que no pasen cosas como estas. Al final, los bancos y las empresas pueden terminar perdiendo soga y cabra”.
El ministro cree que es malo fijar topes a las tasas, pero cree que es bueno que las tasas bajen “voluntariamente”.
Preocupa que quien está a cargo del manejo económico del país cambie el significado de las palabras. “Voluntariamente” es “por mi propia decisión”. Si la decisión viene de otra persona, ya no es, pues, “voluntariamente”.
El ministro puede aconsejar a los bancos bajar sus tasas. No es lo que un ministro debe hacer, pero, en fin, tampoco está prohibido.
Una cosa es aconsejar y otra pretender que, si le hacen caso, sea algo “voluntario”. Trastocar la semántica no es algo sin importancia. Corresponde, siempre, al engaño.
Las tasas de interés se forman, en cualquier economía, por una multitud de causas que nadie en particular maneja.
Todo influye: el tamaño del capital invertido, la escala de la economía donde se colocan los fondos, la eficiencia administrativa, el grado de competencia, las líneas de crédito del exterior, el nivel de intermediación financiera.
Forman las tasas, también, las carteras pesadas, el encaje bancario, las expectativas en el ambiente de los negocios, los márgenes de utilidad de las empresas y el endeudamiento público.
Ni los topes ni los “consejos” ministeriales cambian la realidad. Más bien, si las tasas se fijan por cualquier otro factor que no sea el propio mercado, el resultado será la erosión del sistema.
Los precios políticamente establecidos siempre retraen la inversión, restringen la provisión de fondos del exterior y reducen el universo de prestatarios.
Si un banco debe reducir su margen de utilidad en cada operación, optará por descartar a los prestatarios de mayor riesgo o de menor tamaño. Uno de los efectos de topes o controles de las tasas caerá sobre el microcrédito y el crédito a la pequeña empresa.
El ministro Waldo Mendoza entiende esto y así lo ha hecho saber. Lo que no entiende es que su propuesta equivale a ceder al chantaje y dejarse arrasar por los que ignoran cómo funciona la economía.
“Bajen un poquito sus tasas” porque, si no, viene el cuco. Bajen sus tasas “voluntariamente” porque, si no, van a tener que bajarlas por decisión política.
Esto quiere decir: ante la barbarie, déjense violentar un poquito. ¡No vaya a ser que pierdan soga y cabra!
Este es un gobierno de transición. No debe significar eso que sea un gobierno sin autoridad. Especialmente, frente a un Congreso que destruye, con sus iniciativas, lo poco que queda de orden económico.
La actual administración parece haber cedido la autoridad frente al uso de la fuerza. Eso sucedió con la toma de carreteras.
¿Diríamos a los pasajeros varados, “bájense un ratito a la vereda, porque se pueden quedar sin soga y sin cabra”?
La propuesta del ministro frente al sistema financiero es lo mismo: cedan al chantaje, “bájense un poquito”, no sean malitos.
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