Un momento de reflexión, de vivir el presente intensamente, de andar en familia y, por supuesto, de buscar amigos que sean como familia. Un tiempo mágico para vivir de igual manera nostalgia e ilusión, y para pensar en Jesús y todos los sueños que queremos para el futuro. La Navidad invade el ambiente desde el primer día del mes y es imposible no recordar las cosas bonitas del año que ya está por terminar. En particular, mi labor como figura pública me llevó a ponerme de pie más que nunca para apoyar la campaña del cuidado del ambiente, que hace pocos años se viene tratando de popularizar en el planeta. Que la gente lo entienda sería el mejor regalo para todos los seres vivos.
Qué difícil es salir con un cartel a las calles pidiendo a la gente que tome conciencia y que te preste real atención. Qué imposible resulta que algo tome forma en los medios y se convierta en una consigna tan sonora como una canción de esas que suenan todo el día en la radio. Pues, amigos, en eso estamos. En el sueño de que todo eso que piensas que debe cambiar en el mundo se escuche y se divulgue por todos lados. Que tu voz de preocupación sienta que se ha unido ya a otra voces muy experimentadas en divulgación como la de nosotros y que estamos en la lucha porque el mundo mejore. Porque la labor del arte, aparte de todo, es lograr que los seres humanos estén al servicio de los demás.
¿Otros deseos? Muchísimos. Pero todos similares. Deseo que no le digan al pobre “trabaja y tendrás”. Saben que no es así. Ellos no tienen a ese contacto que consiguió tu empleo actual. Deseo que visiten a los enfermos, pues nada cura tanto como el afecto. Deseo que llamen a sus padres y hablen media hora con ellos. Deseo que les contesten a sus hijos todas sus preguntas. Deseo que reciban a ese familiar pesado que siempre les pide plata. Deseo que no discutan más con su esposa o esposo. Que salgan a comer un chifita, se abracen mucho y se digan “te amo”. Esa es la semilla de la felicidad en el hogar. También deseo que en esta Navidad el tráfico mejore. Quiero que las personas dejen de cometer imprudencias que muchas veces resultan en accidentes, que en casos extremos se llevan a personas que no tuvieron nada que ver. Deseo que los niños de los semáforos reciban más propinas. De repente por ahí una comida que alguien pidió para llevar o algunos juguetes que ya no usen. Deseo que las familias que viven en pobreza extrema reciban la ayuda necesaria para sobrevivir al hambre y el frío. Deseo que la educación en el país mejore para poder tener un futuro desde el que podamos mirar atrás con orgullo y para adelante con ansias de más.
Deseo que los peruanos seamos más amables. Deseo que pidamos permiso cuando caminemos por la calle en vez de empujar, que demos el paso a los peatones, que le cedamos el sitio a las personas de mayor edad y a las mujeres embarazadas. Deseo ver a los peruanos dando buena impresión a los turistas. Deseo que aquellas personas que están pasando por un momento difícil puedan aprovechar esta linda fecha para poder unirse más a sus seres queridos y poder así afrontar lo que sea que esté pasando con mayor fuerza y optimismo. Deseo que ya no haya más atentados en el mundo. Deseo ver cómo todos se dan cuenta de que vivir en paz y armonía es la mejor opción para nosotros. Deseo que los animales que sufren en la calle sean rescatados por una buena familia y que reciban el amor que necesitan. Porque los animales aman igual o más que los humanos. Deseo que mi familia y todas las demás pasen una linda y memorable Navidad. Porque no hay velada más linda que Nochebuena ni canción más bella que Noche de paz.
Esta columna fue publicada el 24 de diciembre del 2016 en la revista Somos.