Mariza Zapata

Días atrás, el ministro del Interior, Falcón, les pidió a los la difusión de “cosas buenas”, que se informe sobre las buenas acciones que realiza la policía. Lo hizo en medio de la insistencia y la presión de un grupo de periodistas que le preguntaba sobre el accionar de la policía por el incremento del delito de sicariato en la ciudad, y cuya respuesta nunca dio.

Difícil cumplir el pedido del ministro ante los altos índices de delincuencia en Lima y otras ciudades del país. Nosotros no somos culpables de las malas noticias. El fin de semana pasado, un adolescente fue asesinado en una barbería de Independencia y en Puente Piedra se reportaron siete asesinatos en un solo día. Sumamos a ellos los violentos robos en manada que se han producido en las calles de Surco y San Isidro. Todos son hechos negativos y los periodistas no podemos voltear la cara y mirar hacia otro lado; nos afecta, son acontecimientos cercanos a los lectores, a las audiencias. Convivimos con el miedo cuando caminamos, cuando conducimos un vehículo, cuando estamos sentados o parados en el autobús.

Y el ministro Torres va más allá y agrega: “en Colombia y México los índices de son más elevados que en el Perú”. Sí, es cierto. Un estudio de Global Initiative del 2023 coloca a Colombia y a México en el segundo y tercer lugar entre 193 países integrados a la ONU con mayores tasas de criminalidad (Myanmar es el primero). Pero esta comparación no nos hace sentir menos vulnerables.

En el Perú, un informe del Instituto Peruano de Economía (IPE) publicado en este Diario (23/10/2023) precisa que en Lima una de cada tres personas mayores de 15 años ha sido víctima de un delito en el último año (el punto más alto en casi siete años) y más de la mitad de estos casos involucra armas de fuego. Otra encuesta a empresas del Banco Mundial ya decía en el 2017 que el 5,4% de las empresas peruanas consideraba que los delitos de robo y desorden eran el principal obstáculo para hacer negocios.

El mismo Ministerio del Interior, a través del Observatorio de Seguridad Ciudadana, registró el año pasado una tasa de 8,7 homicidios por cada 100 mil habitantes, y esta cifra ha ido en aumento con relación a los años anteriores. Si vamos a los arrebatos callejeros, Osiptel informó que solo en un mes (noviembre del 2023) se reportaron en promedio 4.474 celulares robados por día en todo el país.

Este es el escenario cotidiano, ministro Torres. Nosotros, los periodistas, sí tenemos el deber de contribuir a la paz y a la tranquilidad del país, como usted agregó en esa oportunidad, porque es nuestra función social y nuestro compromiso ético. Podemos también informar y dar detalles (y lo hacemos) de las acciones que realiza la policía para contrarrestar la delincuencia, aunque algunas de ellas formen parte del mundo de las apariencias, pero no vamos a minimizar lo que está sucediendo en las calles.

Es cierto que los periodistas tenemos la obligación de difundir historias positivas para lograr una conexión con el público y llevarles algún tipo de satisfacción en la lectura. Las historias de vida con personajes que se reponen de la tragedia o construyen una vida de éxito son un ejemplo de ello, pero lo que no podemos es dejar de difundir noticias sobre temas que son el principal foco de interés de las audiencias, como es el caso del crimen y la delincuencia que acecha en todo momento.

Mariza Zapata es Editora de Contenidos Impresos