Con 21 contendientes no hay sistema electoral que no se distorsione. Así, Acción Popular (AP), sin llegar a duplicar los votos emitidos a su favor en el 2016, pasa de 5 a 25 congresistas. O Alianza para el Progreso (APP), con menos votos que entonces, pasa de 9 a 22. Las razones principales de esto se encuentran en el 25% de ausentismo (que fue de 18% en el 2016) y en el casi 30% de votos que consiguieron los 12 piojitos, que, al no pasar la valla, se los regalaron a los 9 enanitos. A la vez, si estos hubiesen sido, digamos, de 15%, no habrían entrado al Congreso Somos Perú y el Frente Amplio.
Por otro lado, ninguno de los partidos que punteaban en las encuestas en diciembre logró despuntarse en campaña. AP y APP, básicamente, se estancaron. Fuerza Popular y el Partido Morado tendieron a bajar. Este último, después de la reveladora “carrera” de Julio Guzmán, solo salvó la valla por el peso electoral de sus invitados en Lima.
En el lado de la izquierda, solo el Frente Amplio superó la valla. El que Verónika Mendoza haya estrenado nuevos principios por conveniencias electorales, hizo que perdiera parte importante de sus votos, cediéndoselos al etnocacerismo. Al 2021, la siempre esquiva unidad de la izquierda (que para ella incluye a Yehude Simon –que habría recibido dinero de Odebrecht–, al prófugo Gregorio Santos y al sentenciado Vladimir Cerrón) tiene el problema adicional de que, juntos, ya no suman, sino restan.
Los antauristas, aupados en UPP (el más prolífico de los vientres de alquiler), han captado votos de los que querían castigar a los políticos lo más duramente posible. “Que los fusilen a todos, carajo”, podría resumir su lema de campaña. En el Frepap, si es que hubo votos ajenos a la feligresía, serían de los que creen que sus integrantes no se corromperán con el poder.
Estas elecciones nos dicen poco sobre cómo se va a configurar el escenario electoral para el 2021. Más todavía cuando la visibilidad que obtengan los partidos políticos en el Congreso no significa necesariamente que vayan a salir beneficiados. Más bien, la mayor parte de las veces la performance de los congresistas es mata pasiones.
Dejo ahora el sombrero de analista y expreso mis desencantos como ciudadano.
Es indignante que, a través de UPP, hayan obtenido una curul tres condenados por el asesinato de cuatro policías en el ‘andahuaylazo’. Y que esa sangrienta asonada contra un gobierno elegido pretenda reescribirse como lucha anticorrupción (Alejandro Toledo es, en mi opinión, un bandido de siete suelas, pero solo en un mundo salvaje el probarlo y condenarlo es tarea de un mayor en retiro). Ofende, además, a la memoria de los mártires de esa jornada, que quieran una amnistía para Antauro Humala por ser este un “preso político”. El Movadef (con el que con frecuencia coinciden en turbas violentas) usa la misma falsedad para tratar de liberar a los de Sendero Luminoso.
Me parece lamentable también que el Frepap haya llegado al Congreso, un partido teocrático, cuya ley es la de Dios y no la que rige la nación. Un movimiento que cree que seguimos en la época del Antiguo Testamento, al que le cuesta esconder que, para ellos, el rol de la mujer es el que se le asignaba en el milenio anterior y que los homosexuales son enfermos del alma que deben arrepentirse. Una secta religiosa que coloniza la Amazonía, “su tierra prometida”, contribuyendo a su acelerada deforestación. Y, en muchos lugares, sembrando coca para narcotraficantes.
Me impacta, asimismo, que Podemos Perú esté en el Congreso. Qué fácil olvidamos la historia o qué poco nos importa. Esa agrupación se inscribió fraudulentamente, lo que fue descubierto en el marco del Caso Los Cuellos Blancos del Puerto. José Luna, el padre del entuerto, ha colocado al primogénito (nada ajeno a las andanzas del padre) como heredero de su escaño. Además de ser propietario de Podemos Perú lo es de Telesup, que ha sido cancelada por la Sunedu por no tener lo mínimo para ser considerada universidad; y ser, a veces, literalmente fachada. La cereza de la torta es que para Luna papá se han pedido 36 meses de prisión preventiva por otros problemitas. Ah, dirán ustedes, pero tienen al congresista más votado. Sí, Urresti, el que nos dará seguridad desde el Congreso; quien para no desentonar con su entorno tiene ad portas un juicio por homicidio.