Maite  Vizcarra

¿Usted sabe por qué Mark Zuckerberg le cambio de nombre a Facebook al de Meta? Lo hizo para replantear la naturaleza de esa plataforma, otrora espacio de socialización, a un lugar más atractivo, pero que implica un riesgo que usted y yo debemos asumir si queremos servirnos de Meta y sus beneficios.

Meta viene de “metaverso”, un término acuñado por primera vez en una novela distópica –”Snow Crash”– hace tres décadas y que se refiere en términos generales a un entorno virtual compartido al que pueden acceder personas que utilizan diferentes dispositivos. En ese entorno virtual todo está permitido, incluso lo avezado o ilegal. Pero Zuckerberg no ha esperado a que su plataforma desarrolle más funcionalidades de realidad aumentada o inteligencia artificial para mostrar realidades paralelas. Hoy Meta muestra varias realidades alternativas mediante los muchos videos de ‘deepfake’ que ahí se alojan y distribuyen.

¿Por qué Zuckerberg es tan complaciente con este tipo de contenidos? Siendo bien intencionados, podríamos pensar que el pionero de las plataformas sociales privilegia la mayor libertad posible en su ámbito, inspirado en Internet de comienzos de los 90, cuyos padres la concibieron como un lugar abierto sin barrera alguna. Sin embargo, nuestra buena onda con las motivaciones de Zuckerberg no pueden soslayar que el asunto de la libertad libérrima en las plataformas tipo Google, Instagram, entre otras, son en verdad negocios del llamado “capitalismo de la vigilancia”.

El “capitalismo de vigilancia” es el capitalismo del internet del siglo XXI y es el que practican las grandes empresas tecnológicas –las ‘Big Tech’– utilizando las experiencias humanas y datos personales de sus usuarios como commodities, para predecir –o manipular– el comportamiento de la sociedad. Estos negocios tienen como moneda de cambio nuestra intimidad a cambio de poder acceder a ellas. Porque, como bien dice la frase aquella: “there is no free lunch”.


Este capitalismo nuevo puede permitir situaciones antiéticas como las que han denunciado recientemente más de cuarenta estados de EE.UU.; en protección de la seguridad digital de niños y adolescentes que han sido inducidos desde Instagram a consumir contenidos que afectan seriamente su salud mental.

Entre los argumentos que estos 41 estados han formulado para iniciar las acciones legales contra Zuckerberg, se encuentran estudios que demuestran cómo las imágenes de adolescentes que se exhiben ahí están manipuladas y responden a cánones de belleza muy exigentes o casi imposibles. De donde resulta que, si los niños pasan más tiempo en las redes sociales, eso tiende a correlacionarse con la depresión, la ansiedad y problemas de imagen corporal.

Además de empezar a odiar a Meta, es muy importante ser conscientes de que estos espacios digitales dejaron de ser hace muchos lugares de inocente intercambio social para tornarse en riesgosos si no sabemos usarlos.

Por ello, es relevante que cuidemos con más detalles la información personal, imágenes, audios y videos que alojemos en estos lugares, pues la posibilidad de que sean manipuladas es real y es ex profesamente realizada.

Valga indicar también que, pese a estos bemoles, los beneficios de la tecnología digital son muchos, aunque acceder a ellos requiera de nosotros una real consciencia y un mayor conocimiento de lo digital. Hoy es urgente alfabetizarse digitalmente por propia mano, para no ser inducidos a error.

Y si usted tiene niños o adolescentes a su cargo, evite colocar información de ellos en estas plataformas, pues pueden ser tratados como insumos para usos no deseados o mafias. Ojo a la advertencia, que guerra avisada no mata gente.


Maite Vizcarra Tecnóloga, @Techtulia

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