Se suele atribuir la noción “mercado de ideas” al filósofo inglés John Stuart Mill; en particular, a su libro “Sobre la libertad”. Pero si quisiéramos dar con los orígenes más fidedignos de esta noción, habría que ir a un caso emblemático de la Corte Suprema de EE.UU. y al juez Oliver Wendell Holmes Jr., quien desarrolló los límites jurídicos de dicho mercado. Traigo a colación lo del mercado de las ideas a propósito de la controversia entorno de la regulación del financiamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y el eventual daño que ello supondría para los derechos de libre asociación e incluso de pensamiento.
En el Perú, como en muchas otras sociedades democráticas, el concepto de “mercado de ideas” puede ser una piedra angular para comprender cómo las opiniones y creencias se difunden y se confrontan en el espacio público. Este concepto, que se deriva del liberalismo clásico, sugiere que, en un entorno libre y abierto, las mejores ideas prevalecerán porque competirán en igualdad de condiciones. Pero, ¿ocurre realmente así? ¿Es el mercado de las ideas tan eficaz y justo como se supone?
Según la filósofa política Jill Gordon, el problema que habría tenido Stuart Mill, uno de los defensores más prominentes de la libertad de expresión y el debate abierto, con la noción de “mercado de ideas” es que el mecanismo del mercado no es garante de la verdad. Mill no estaba solo interesado en la pluralidad de opiniones, sino también en el descubrimiento de la verdad. Y el mercado no elegiría lo que es verdadero, sino lo que es popular. Este es un matiz esencial que no podemos pasar por alto al analizar la dinámica del mercado de las ideas en cualquier sociedad, incluida la peruana.
En este contexto, las ONG juegan un papel crucial, pues a menudo se posicionan como voces alternativas que desafían las narrativas dominantes y ofrecen perspectivas críticas sobre temas sociales, económicos y políticos. Ellas pueden ser vistas como actores que intentan corregir las asimetrías en el mercado de las ideas, proporcionando plataformas para opiniones minoritarias que de otro modo serían silenciadas o ignoradas.
La existencia y la influencia de las ONG plantean preguntas importantes sobre la discriminación positiva a favor de las opiniones minoritarias que, aunque bien intencionada, puede considerarse una intervención que distorsiona el mercado de las ideas. Es mucho más probable que la opinión minoritaria subvencionada equivalga a una suerte de tiranía social. Y una tiranía de la minoría es antidemocrática. Mientras tanto, el mercado de las ideas (libres) permite la existencia de nichos en los que las opiniones minoritarias pueden ser vendidas, y sus verdades descubiertas, sin resultar forzadas para una mayoría que no las quiere.
Con todo, el debate en torno de las ONG no debe limitarse a su financiamiento y a cómo se modela o construye un mercado de ideas libres. Nadie puede soslayar que ellas pueden contribuir a promover un debate plural que, mediante una confrontación de ideas realizada de manera ponderada y tolerante, impacte positivamente en la construcción de una mejor sociedad en la que, respetando las diferencias, permita la construcción de una nación más integrada.
Por ello, se deben rechazar las iniciativas legislativas que pretenden reducir su capacidad de acción. Lo que, sin embargo, no debe inhibir la supervisión de sus operaciones para evitar los efectos no deseados de la discriminación positiva o de la llamada tiranía de las minorías.