Javier Díaz-Albertini

Hace unos días, un colega me envió una encuesta realizada por la institución Equilibrium Cende que examina las percepciones que tienen los peruanos sobre las organizaciones no gubernamentales (). Bueno, a pesar de toda la prensa negativa que reciben de la extrema derecha e izquierda, siguen siendo consideradas organizaciones confiables. Las cifras de este estudio no hacen más que refrendar los resultados de la encuesta Latinobarómetro (2020) en la que las ONG obtienen niveles positivos de confianza (38,9%) mucho más altos que el Congreso (7,3%), los partidos políticos (7,2%), el (16,2%) o el Poder Judicial (16,3%). De hecho, de las 17 instituciones nacionales examinadas por el Latinobarómetro, solo la Iglesia, las Fuerzas Armadas y las clínicas privadas presentaban mayores niveles de confianza.

Sin embargo, para un de la derecha, las ONG no son de confiar porque están dominadas por la izquierda y reciben un millonario financiamiento de una suerte de cártel progresista mundial. Nos dicen que la función principal que tienen es debilitar a la democracia y el libre mercado vía movimientos y manifestaciones violentas. Paralelamente, la izquierda extrema las considera una “punta de lanza” del imperialismo que adormece al pueblo con su asistencialismo y dádivas. Para ambos extremos, son organizaciones que otorgan a los ‘caviares’ un estilo de vida opulento. Volviendo al resultado de las encuestas, ¿por qué no funcionan estas campañas de descrédito?

En primer lugar, porque la mayoría de los peruanos sabe qué es una ONG (80%) y conoce por lo menos una en particular (52%). Esto quiere decir que los ciudadanos mismos tienen criterios propios para evaluarlas y no son presas fáciles de la desinformación y el desprestigio. Por ejemplo, al ser preguntados sobre las instituciones en las que se percibe mayor corrupción, la lista está encabezada por el Congreso (23%) y el gobierno nacional (17%) y solo el 1% nombró a las ONG. Sin duda, como en otros sectores de la sociedad, en el interior del mundo de las ONG existen operadores con pocos escrúpulos o muy poca efectividad, pero también existen mecanismos para depurarlas.

En segundo lugar, hay ONG de todo tipo, programa y orientación. Lo que las emparenta es su vocación de servicio humanitario. Tanto es así que un sólido 84% de peruanos que conocen a las ONG creen que las acciones que realizan son “sin fines de lucro para mejorar la calidad de vida de las personas”. Mientras que solo el 8% opina que realizan “actividades políticas para ganar poder o afectar/desestabilizar a los gobiernos”. Las instituciones más reconocidas tienen una muy larga y reconocida trayectoria de servicio (Cáritas, Liga contra el Cáncer, Aldeas Infantiles SOS, Manuela Ramos, Flora Tristán, Aprodeh, Plan Internacional, entre otras).

En tercer lugar, son organizaciones que desde hace más de 50 años han impulsado agendas y políticas sociales; tareas que habían sido relegadas o ignoradas por la mayoría de las organizaciones político-partidarias. En nuestro país, es prácticamente imposible imaginar la defensa y ampliación del abanico de derechos humanos y ciudadanos (infantil, mujer, género, trabajador, étnico-racial, cultural, consumidores, ambientales) sin hacer referencia a estas organizaciones. Esta lucha por los derechos invariablemente incomoda a estructuras de poder discriminatorias (sexistas, clasistas, etnocentristas, racistas), acostumbradas a operar en el país sin mayor vigilancia o fiscalización.

La incapacidad de actuar efectivamente en favor de la ciudadanía en todas sus dimensiones llevó a que los partidos perdieran presencia ante la población, mientras que las ONG fueron adquiriendo un peso y relevancia que no tienen en otras sociedades nacionales. De ahí que la clase política nacional resienta el protagonismo e impacto de las organizaciones no gubernamentales porque se siente desplazada.

Efectivamente, considero que no es una situación ideal. En muchos países del mundo, existe una importante sinergia entre el activismo, la investigación y la propuesta de las ONG y el ejercicio de la representación y el poder político de los partidos. Asimismo, las ONG impulsan programas innovadores de política social que –una vez comprobados en la práctica– pasan a formar parte del repertorio estatal. Desafortunadamente, estos puentes entre el sector público y el no gubernamental no prosperan o son dinamitados por fuerzas corruptas y autoritarias.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Javier Díaz-Albertini es Ph. D. en Sociología