Alonso Cueto

Si uno tuviera que imaginar cuál es la visión de la a través de las series televisivas, podríamos concluir que la idea tradicional de los padres hace mucho ha desaparecido. La serie “”, cuyos episodios finales se emiten estas semanas, es en cierto modo el certificado de defunción de las familias como base cultural. Uno se pregunta cuánto tiempo y cuántas convicciones han tenido que pasar para que se asiente el mensaje de “Sucession”: que no hay peor enemigo que un padre –el de la familia del magnate Logan Roy– para unos hijos que revolotean, incapaces de sacudirse de su dominio.

Uno puede imaginar cuál era el país y el mundo que dio origen a una serie como “Papá lo sabe todo”, que empezó a emitirse en 1954 y se vio en todos los continentes. Los años 50, época de la afirmación del sistema económico y cultural, con una consideración a los padres como fuentes de sabiduría, corresponden a una época de optimismo social como no se ha visto desde entonces.

En América Latina, una apuesta por el valor de los padres –y, sobre todo, de la madre– pudo ser el éxito “El derecho de nacer”, la radionovela escrita por el gran Félix B. Caignet, que alguna vez le dio consejos a Gabriel García Márquez. En 1961, en muchos países, se empezó a emitir “El show de Dick Van Dyke”, que prolongaba la visión idílica de la familia, aunque con algunas fisuras de humor. Ese humor se radicalizó con la serie de los años 70 “Ocho son suficientes”, basada en la vida del periodista Tom Braden. Una familia numerosa, pero unida al fin, capaz de reírse. Por otro lado, la idea del padre sabio y superior tuvo una representación en la política de los 60 con figuras patriarcales como Belaúnde en el Perú y con líderes mundiales como De Gaulle y Adenauer.

La idea de los padres como personajes relevantes desapareció con los extraordinarios episodios de “Seinfeld” en los 90. La obra, creación de Jerry Seinfeld y Larry David, claramente privilegiaba la amistad de cuatro protagonistas y los padres aparecían en el trasfondo como seres caricaturescos.

Sin embargo, iba a ponerse mucho peor. En “Two and a half men”, que empezó a emitirse en el 2003, el personaje más divertidamente siniestro de todos es la madre de los dos protagonistas, encarnada por Holland Taylor. Evelyn vive burlándose de sus dos hijos, sobre todo del más débil, Alan. Con una madre como esa, cualquiera se suicida.

Pero todavía podía llegarse más lejos, como ocurriría con “Sucession”, que es una historia en la que ninguno de los personajes tiene el menor escrúpulo. En algún momento, cuando uno de sus hijos le dice que lo quiere, Logan contesta con un grito incrédulo: “¿Vienes a mí por amor?”. Hoy, en correspondencia con ese deterioro social, ha desaparecido también en la política la figura del padre protector.

En la televisión peruana ha habido algunos intentos interesantes por hacer retratos de familia, entre ellos “Los Pérez Gil”, que se emitió en los años 80. Las telenovelas más exitosas (desde “Simplemente María”) siempre han mostrado cuadros familiares en conflicto.

Esta disolución de la idea de la familia, reflejada en la televisión, puede ser interpretada como una ganancia en la libertad de los personajes. Es una idea popular. Hoy son cada vez menos los jóvenes que planean tener hijos y construir relaciones permanentes. El escritor Alberto Moravia definió a la familia como una conspiración contra la sociedad. Yo creo que es una trinchera indispensable para defenderse de las inclemencias del mundo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alonso Cueto es escritor