Si el Perú estuviese en el Medio Oriente, tendría que aprender a sortear los conflictos religiosos y étnicos que tienen a esos países en pie de guerra. Afortunadamente, el Perú está libre de esos conflictos. Somos un pueblo orgulloso de su cultura milenaria, biodiversidad y exquisita gastronomía, pero con frecuencia nos olvidamos de que somos también un país de huaicos y terremotos.
Como estamos aprendiendo dolorosamente en estos días, nuestra vulnerabilidad frente a los desastres naturales nos obliga a enfrentar nuestra geografía con mayor seriedad. Los huaicos de las últimas semanas han puesto en evidencia, por ejemplo, que el respeto a la informalidad encubre con frecuencia prácticas corruptas que se aprovechan de la debilidad de nuestras instituciones.
Por ejemplo, la mayor parte de las poblaciones afectadas ha estado viviendo en quebradas inactivas, en zonas que fueron invadidas por traficantes de terrenos bajo la protección de jueces venales, como el caso de la “agrupación ecológica” que vendió a la célebre Evangelina Chamorro y a su esposo el terreno de donde fueron arranchados por el huaico la semana pasada. Como bien ha dicho Jorge Nieto, ministro de Defensa, “no es que el río invada la ciudad, las ciudades han invadido los cauces de los ríos”.
En consecuencia, es indispensable un consenso ciudadano para impedir que la población vuelva a ocupar dichos cauces, así como terrenos inestables que los llevarán a la muerte en caso de un terremoto. La mayor responsabilidad en esta materia recae en los alcaldes, que muchas veces son cómplices (por acción u omisión) de estas invasiones, pero también en las autoridades judiciales que se dejan amedrentar o corromper por los traficantes de terrenos. Los ministerios de Vivienda y Justicia tienen en este campo una gran tarea por delante.
El Ministerio de Transportes y Comunicaciones también debe revisar sus prioridades. Es inaceptable que gobernantes anteriores, incentivados por la corrupción, hayan llevado al país a inversiones millonarias como la Interoceánica Sur antes de haber potenciado rutas alternas a la Carretera Central o haber asegurado la transitabilidad de la Panamericana con autopistas y puentes a prueba de huaicos.
El propio Ministerio de Defensa debe redefinir su rol a partir de la comprensión de que nuestra mayor amenaza no está en las fronteras, sino en los desastres naturales. Es necesario que evalúe si la preparación de los oficiales, el entrenamiento de las tropas y el equipamiento con el que cuentan son los más adecuados para la realidad nacional actual. El Indeci, en particular, debe revaluar sus prioridades. Menos fiscalización de edificios modernos y más focalización en las poblaciones vulnerables.
Otro sector que deberá cambiar sus prioridades es Economía y Finanzas, al menos en los próximos meses. Es fundamental que actúe con rapidez y eficacia en proporcionar recursos y facilitar procesos para la reconstrucción de la infraestructura destruida. Felizmente, el país cuenta con reservas y un bajo nivel de endeudamiento. No es momento de inquietarse por el déficit fiscal. Probablemente, tampoco por reducir el IGV. En cambio, se requiere trabajar, de la mano con el Congreso, en medidas que faciliten la reconstrucción acelerada.
El presidente Pedro Pablo Kuczynski y sus ministros han demostrado una gran capacidad de reacción y de trabajo en equipo para enfrentar la emergencia. El Congreso, encabezado por la oposición, ha tenido la sabiduría de apoyarlo en este esfuerzo. La ciudadanía se ha manifestado con una solidaridad generalizada, nunca antes vista. El desafío es que esa mística no se pierda cuando pase la emergencia.
Para liderar la reconstrucción nacional, el presidente Kuczynski tenía dos opciones: el primer ministro Fernando Zavala o el primer vicepresidente Martín Vizcarra. Ayer anunció en una entrevista a la BBC que va por la primera. Probablemente, ha querido evitar que se genere un conflicto por dualidad de mando, ya que designar a Vizcarra zar de la reconstrucción habría sido crear un poder paralelo al del primer ministro.
Carmen McEvoy decía hace unos días en El Comercio que no se trata de reconstruir, sino de construir las nuevas bases de la república. La verdad es que se requiere de ambas tareas y lo que PPK podría hacer es trabajar con Vizcarra el enorme esfuerzo que supone la reconstrucción de la infraestructura del país y con Zavala la construcción de la nueva república, una más moderna y justa, con leyes que se respeten y donde se mantenga vivo el espíritu solidario que ha despertado la adversidad. La historia le demanda a PPK liderar ese doble desafío.