El presidente Vizcarra ha dicho, en el Día Internacional de la Mujer, que tiene cinco ministras y que “va a haber más porque tenemos que aumentar hasta llegar a la paridad”.
Es increíble que el presidente Vizcarra crea que alguno de los problemas del país se resuelve nombrando mujeres. Nombrar mujeres por ser mujeres, ¿reducirá el número de feminicidios?
¿Qué efecto real sobre los problemas reales del país tiene la paridad de ministros? ¿Reducirá la ola delincuencial? ¿Permitirá acotar la corrupción y destrabar la inversión?
Marisol Estela Alva (25) fue asesinada a inicios de diciembre. Le cortaron el cuello, le rociaron ácido y mezclaron su cadáver con cemento dentro de un cilindro. El autor del asesinato es el suboficial del Ejército Luis Estebes Rodríguez, quien mandó a enterrar el cilindro.
Por increíble que parezca, más de tres meses después, no se sabe dónde está el culpable. La familia de la víctima señala que la defensa aportada por el Ministerio de la Mujer prácticamente abandonó el caso.
En tres meses no se hicieron las diligencias mínimas y elementales. La familia ha tenido que contratar a un abogado particular.
Lamentablemente, el asesino ha logrado tres meses de ventaja para escabullirse. Y, lamentablemente, durante tres meses, Marisol Estela Alva, muerta, no tuvo quien la defienda. Sucedió a pesar de que el Ministerio de la Mujer (Mimp) llevaba el caso.
Lo que se necesita para resolver los problemas no son mujeres o varones. Se necesitan ideas acertadas y seres humanos eficientes para administrar recursos y personas.
No es fácil, y quizá un ministro varón en el Mimp tendría la misma escasa eficiencia que la actual ministra. Lo que queda claro es que no se puede buscar ministros según el género. No hay nada más sexista y prejuicioso que eso.
La paridad ministerial es una idea demagógica y teatral. No significa nada con respecto a la solución de los problemas.
El gobierno, hasta ahora, no tiene un diagnóstico ni una propuesta para enfrentar la violencia contra los más frágiles. Nos debe un diagnóstico de este problema. Nos debe un programa de acciones.
El gobierno hace gestos y movidas emblemáticas, como esta de la “paridad” de ministros. Nos llena de palabras y palabreo, pero no señala la ruta y las acciones.
“Tenemos que empoderar a la mujer”, “existen entre hombres y mujeres las mismas capacidades y cuando aceptemos eso vamos a evitar la violencia contra la mujer…”, proclama el presidente.
Según Vizcarra, cuando el varón se cree superior a la mujer, “comienza con el acoso, con el maltrato y llega hasta el feminicidio”.
¿Este es el diagnóstico? ¿En serio?
El presidente no cuenta con información sobre los feminicidios. La mayor parte de lo que se ha visto en los últimos meses corresponde a psicópatas que asesinaron a las mujeres cuando estas reclamaban la manutención o después de que estas habían obtenido medidas de protección o habían realizado denuncias en las comisarías.
Eran mujeres “empoderadas”, pero sin defensa. El problema no es “empoderar”, sino asegurar sus derechos y defenderlos.
Las “empoderaron”. Las mandaron a la guerra sin escudo, perdonaron y liberaron a los agresores, abrieron los flancos a los asesinos. A ellos les dieron armas y a ellas se las quitaron.
En uno de los casos recientes, un sujeto agredió a su pareja, que lo denunció. Según un familiar, una mujer policía lo dejó libre porque se apiadó de él al verlo llorar. Al poco tiempo, golpeó brutalmente y mordió a su propio hijo, porque no encontraba un celular que él había robado.
El gobierno tiene que hacer su tarea: capacitar a los policías, sancionar a sus abogados negligentes, ganar celeridad y eficacia ante la primera denuncia. Concéntrense en hacer, no en hablar.
La violencia doméstica no va a parar porque haya igual número de ministras que de ministros.
No interesa si los ministros son varones, mujeres, transgéneros, gays, lesbianas, bisexuales, intersexuales, asexuales, pansexuales o queers. Interesa que sean eficientes. Lo demás es puro teatro.