Un ‘wicked problem’ (un problema perverso en español) es un concepto utilizado en innovación social para describir una situación que es difícil o imposible de resolver dado que presenta elementos incompletos o contradictorios que no son fáciles de reconocer.
El término ‘perverso’ no alude a la maldad, sino, más bien, a situaciones resistentes a las soluciones. La relación que tenemos todos los peruanos(as) con el Parlamento –el Legislativo– es un problema perverso.
Más aún, el Parlamento que supuestamente nos representa es perverso. Y ante esta situación, pareciera que estamos sometidos al yugo de la degradación moral e intelectual que hoy en día es lo que refleja un grupo de impresentables que dizque conforman una de las instituciones críticas para el funcionamiento de nuestra democracia.
Les propongo ahora hacer un ejercicio: definida nuestra relación con el Poder Legislativo, empecemos a buscar opciones de solución. En ese menester es conveniente indicar que estos dilemas exigen planteamientos que suponen una mezcla de tecnología y una estrategia multidisciplinaria para poder alcanzar la mayor extensión de puntos de vista.
Primer dilema: ¿Podemos someter a rendición de cuentas a los congresistas? Pues en la medida en que no están sujetos a un ‘mandato imperativo’ –no pueden ser revocados ni pueden renunciar al cargo– y tienen una suerte de patente de corso, es casi imposible que, como ciudadanos, ejerzamos esa vigilancia. No obstante, la digitalización puede prestarnos algunas herramientas vía el mandato de transparentar la gestión pública.
Por ejemplo, por qué no exigir vía alguna plataforma ciudadana que se estandarice la información que los congresistas exponen en sus páginas web –que provee el propio Parlamento–, de modo que sea más simple ubicar sus iniciativas legislativas o, mejor aún, nos den la posibilidad de hacerles llegar propuestas.
Vía este mismo mecanismo, también podríamos saber a qué proyectos legislativos se adhieren ‘nuestros’ representantes, cómo han votado en cada comisión y en el pleno, cuáles han sido las inasistencias de los congresistas, cuántos oficios han remitido, a quiénes los han remitido, a qué lugares han asistido –sí, usemos georreferenciación–.
Sí, podemos demandar que toda esta información se muestre de manera estandarizada e individualizada, usando herramientas de datos abiertos, gestión de bases de datos y seguimiento digital.
Segundo dilema: ¿A quiénes representan los parlamentarios? ¿En verdad nos representan a los viandantes o, más bien, representan a sus partidos políticos, a su lista, a su región? ¿Cuál es el parámetro? ¿Cómo elegimos o quién elige o cuál es el alcance de la función que va a ejercer nuestro representante?
Si reconocemos que la misma institución de la representatividad es una situación incompleta que no termina de satisfacernos, queda por analizar de qué forma podemos mejorarla. Otra vez, lo digital nos tira un salvavidas: ya existen soluciones sobre inteligencia artificial que nos pueden ayudar a emparejar nuestros intereses con la gestión misma de los parlamentarios. En Chile, por ejemplo, se creó una estrategia que permitía identificar los intereses de los ciudadanos –definidos por circunscripciones– con las agendas legislativas que planteaba cada postulante al Parlamento.
Podríamos disponer de una plataforma en la que registremos nuestros intereses y entrenar a una suerte de asistente virtual –'bot’– para que pudiera emparejarlos con las propuestas de los candidatos. Evidentemente, eso implica previamente una modificación al sistema existente que solo exige la presentación de planes de gobierno agregados.
Podríamos puntuar las cosas que más nos importan, como educación, transporte, seguridad, tributos, etc. Disponer de estas valoraciones le daría al parlamentario un patrón preciso sobre cuáles son las prioridades de la ciudadanía y, de esta manera, si no podemos mandar a todos los congresistas a sus casas, por lo menos podríamos hacerlos trabajar vía los requerimientos de nuestros asistentes virtuales.
No es ciencia ficción y ya podría alguna plataforma ciudadana chapar estas ideas para liberarnos no solo de un Ejecutivo errático vía el adelanto de elecciones, sino también de una banda de perversos que llegan al poder de modo completamente ‘random’.