Ahora que las desconsoladas novias plantadas de George Clooney (53) parecen haber agotado las lágrimas por su reciente boda, creo que ha llegado el momento de poner las cosas en perspectiva.
Para empezar, sería bueno considerar la posibilidad de que tal vez, quien se haya sacado la lotería en este emparejamiento no haya sido, como se han cansado de repetir las despechadas admiradoras de míster Nespresso, Amal Alamuddin (36), la flamante señora Clooney.
Personalmente, yo no estaría muy entusiasmada si una buena amiga mía me anunciara que se va a casar con un solterón redomado que no solo ha repetido a los cuatro vientos que se considera mejor tío que padre, mejor amigo que esposo y que no le interesa volver a casarse porque “nunca estoy en casa y no hay mujer que soporte eso”. Menos aun, si el hombre en cuestión le lleva a mi amiga 17 años y cuando no está actuando, dirigiendo o luchando por alguna causa noble, se la pasa rodeado de amigotes, casi todos menores que él.
Pero no se trata acá de restarle méritos al protagonista de “Ocean’s Eleven”. Nadie niega que está guapo para su edad (aunque le favorezca el hecho de ser varón, porque las cincuentonas, por más regias que estén, difícilmente desatan tantas pasiones), que pareciera ser un hombre de principios y, por si fuera poco, es millonario.
La idea, en cambio, es hacer notar la facilidad con que convertimos en presa codiciada a cualquier figura masculina relativamente interesante pero castigamos con la desidia a mujeres con iguales o mayores méritos. Como Alamuddin, por ejemplo: egresada de Oxford y NYU, especializada en Derecho Internacional y Derechos Humanos, esta abogada libanesa radicada en Inglaterra ha sido, a su corta edad, asesora de Kofi Annan y ha integrado diferentes comisiones de la ONU, además de haber representado a Julian Assange y Yulia Tymoshenko, entre otros. Habla con fluidez inglés, francés y árabe y, de yapa, fue elegida, a través del popular blog YourBarristerBoyfriend, como la abogada más guapa de Londres. Entonces, ¿quién es el buen partido aquí?
Aunque (casi) nadie se casa en base a sus pergaminos profesionales, culturales, financieros o anatómicos pero a veces tendemos a olvidar que el matrimonio es solo un paso más, nunca la culminación de una vida, especialmente si se trata de una vida tan rica y apasionante como la de Amal Alamuddin. O la de George Clooney, claro.